Como concepto general, la textura es una cualidad de la superficie de los objetos que podemos ver o tocar en nuestro entorno. Como aspecto filosófico y metafísico, la textura es una manifestación de la materialidad de la vida humana y planetaria, así como uno de los rasgos esenciales que caracterizan el plano sólido y denso de los minerales y el ser humano; según Descartes, la podríamos denominar “Rex extensa” (la materialidad de los cuerpos).
Esta materialidad de los cuerpos presenta diferentes atributos en cuanto a aspectos cualitativos diferenciales de cada objeto, cosa o reino (mineral, vegetal, animal, pasú, humano; también ángeles y devas del Demiurgo impostor, pensando en la textura fina, delicada, “etérica”, aúrica” representados en las pinturas religiosas al “plasmar” las imágenes de santos, vírgenes, ángeles, rostros de la Virgen María y del niño “Jesús”, transmitiendo una textura de delicada finura que traspasa el plano humano sin dejar de ser humano.
En un sentido de la evolución biológica de la vida en la tierra, la textura está ligada a la sensibilidad de las diferentes especies, a los sentidos fisiológicos y senso-perceptivos, tanto de carácter térmico como psicológico y emocional. Desde este punto de vista, la textura tiene funciones etológicas, como de diferenciación de especies, funciones como prevenir del peligro, como mecanismo de defensa, identificar enemigos o la textura como un elemento de atracción, de seducción, de cortejo y a la vez estético. Pensemos en la textura de animales como la serpiente, la tortuga, el erizo; de plantas con espinas; de piedras con astillas; la textura de los alimentos y las comidas; y, muy importante, la textura del contacto de los niños recién nacidos con su madre como factor de protección, de cuidado, de alimento y de seguridad.
Por lo tanto, la textura es un elemento de comunicación humana y no humana entre todos los elementos de un ecosistema que puede generar rechazo o aceptación, tanto si la textura es de carácter visual o táctil. En el plano psicoemocional humano, la textura puede evocar diferentes tipos de emociones y sentimientos: asco, alegría, miedo, sorpresa, amor, felicidad, tristeza, aversión, etc.
Desde la perspectiva artística y plástica, la textura es un elemento que sirve para configurar una composición pictórica haciendo uso del punto, la línea, las formas, realzando los planos para generar una “ilusión óptica” al espectador, tal como hace el Demiurgo de este universo material a los “Viryas dormidos”. En el caso de la textura bi-dimensional, podemos mencionar que trata de plasmar o imitar en una superficie plana realidades que pueden ser captadas por la vista, utilizando técnicas como el dibujo, la pintura, la fotografía y el vídeo. Concretamente, lo bi-dimensional hace referencia a dos dimensiones, es decir, el alto y el ancho, pudiendo en algunos casos sugerir referencias a la tridimensionalidad. Un ejemplo de la textura bi-dimensional es la representación pictórica-plástica de objetos haciendo uso de la geometría descriptiva o plana, proyectando figuras a través de diferentes tipos de líneas imaginarias.
La textura tri-dimensional en el plano pictórico se puede representar mediante la técnica del claroscuro y la valoración tonal, buscando evocar una ilusión tridimensional que abarca lo alto, lo ancho y la profundidad, generando el volumen de los cuerpos representados sobre un plano bi-dimensional.