La situación del Perú se caracteriza por su volatilidad, sustentada por las empresas encuestadoras del mundillo cotidiano y como encuestíbolo que favorece a la clase política.
Así como las investigaciones en las universidades que ultiman en un artículo científico o en algún repositorio lacrado para siempre; puesto que su transferencia tecnológica es inicua hasta burlesco. Cuando un gobierno afín a la clase política declara el Estado de Emergencia Nacional, es celebrado y justificado para abominar a los vándalos que no respetan la propiedad privada y entidades estatales; claro, como estos no pagan impuestos la mejor forma es destruirlo.
El Perú siempre estuvo en emergencia, incluso fue declarado en Unidad de Cuidados Intensivos por su disparidad cultural y social en especial. Aquellos nonagenarios que vemos la declaratoria de Estado de Emergencia a nivel nacional en específico de Ayacucho, conocemos la tratativa y modus operandi de las Fuerzas Armadas. La clase militar como élite de control social y represora, en esencia son parásitos sociales que no producen nada; salvo vivir a costa del impuesto ajeno. El presupuesto para gastos militares en todos los países del mundo es fuerte; como si todos fuésemos seres cavernícolas sin razón y sin estrategias para solucionar dialogando las diferencias sociales.
Las etapas de la vida del ser humano están marcadamente establecidas, la más atesorada es la juventud que cambia el rumbo de la historia social con moda, acciones, costumbres, paradigmas, cultura y otras formas de vivencia juvenil. Desafiar el Estado de Emergencia en Ayacucho es para aquellos que no vivieron la época de los 80´ y 90´, y si vivieron creo que se olvidaron de la magnitud de las detenciones, ajusticiamientos, desapariciones, cremaciones clandestinas y violaciones sistemáticas de los Derechos Humanos, con el aval del gobierno de turno y en componenda con el clero.
La palabra emergencia de por sí, engloba una serie de casuísticas que se encuentra convaleciente o necesita una atención urgente. Entregarse con conocimiento de causa en campo abierto a las Fuerzas Armadas, en Pleno Estado de Emergencia, es una irresponsabilidad del quien asume su protesta como legítimo derecho; pero atacar y asaltar propiedades privadas y entidades del estado, califica como un acto delincuencial. La población peruana tiene predilección por los gobiernos dictatoriales y añoran la militarización como cortina disuasiva a la delincuencia. La carencia de raciocinio frío a la hora de conglomerarse en masa y formar parte del anonimato en la supuesta defensa de la democracia es jugar a la guerrita irracional.