Casi por sentido común en el Perú, para los trabajadores dependientes del sector educación, enero y febrero son vacaciones. El centralismo arcaico así lo determinó; porque las estaciones meteorológicas así lo predestinaron. Un sector del centralismo primitivo por tradición tiene un modus vivendi y operandi como clase política y económica. Aquellos que determinaron vacaciones en época de verano, presumen su agónica existencia con fotos modosas de estar veraneando.
En contraste al privilegio de la clase política y económica del centralismo ruin; la masa popular que es el soporte del engranaje político y económico, no se queda en su invierno perpetuo y se aglomeran en alguna playa veraniega y así presumir del supuesto mejor perfil aguileño. Cuando llega la larga noche del invierno y aparecen los caminantes blancos llamados los otros, la vida se convierte más tortuosa para el simple mortal.
Lo astros juegan a favor para relacionar con “Juego de Tronos” el peligro inminente del invierno para los vacacionistas del verano. Como el movimiento es perpetuo, el hombre moderno vive en tiempo real vacacionando eternamente en las redes sociales, mejor es recortar las vacaciones por cualquier necio argumento. Así como los huelguistas apoyan, participan, fomentan, azuzan, recomiendan tips de lucha, frases de aliento, retuitean, denuncian excesos de policías, los protestantes vacacionan por las redes sociales.
En mí época nonagenaria, solo Dios sabía mis secretos diabólicos y en todo momento jorobó que no sea escandaloso; porque eso, sí es pecado. Siguiendo a Morgan Freeman en “Secretos del Universo” y “La historia de Dios”, puedo concluir que la vida misma son vacaciones, iniciadas desde la concepción hasta el ocaso de la existencia. La lucha perpetua del hombre por desear eternizarse en la vida no tiene límites. Pensadores prominentes sobre el universo y la vida; igual se fueron al infinito desconocido.
Vacacionar en las redes sociales sobre lo efímero de la vida, apacigua la angustia existencial kierkegaardiana que lleva como lastre el hombre. Pareciera que los huelguistas de hoy borraron de la historia las luchas ideológicas del debate en campo abierto, al son del público turulato. Entregarse con frases ensayadas al aparato político, donde las Fuerzas Armadas cumplen órdenes, es un tanto infantil. La antropología filosófica sustenta con preguntas constantes sobre el ser, la vida y la muerte; lo cual no significa arrear al matadero a la masa desbordada de ira. Es bueno atender a Martin Heidegger que nos dice de un ser en el mundo es arrojado para existir y morir como ordena la naturaleza de la finitud. Sería más saludable dejar de exhibir por redes sociales su lucha, sino estás en el campo de acción de seres incomprendidos que desean desahogarse de su represión existencial.