Por: Reynaldo Sucari León: La coyuntura actual, permite presenciar una transformación quizá la más grande, exigente y cruel; la enfermedad infecciosa causada por el coronavirus (Covid-19); manteniéndose desconocidos hasta que se dio el brote en Wuhan (China) en diciembre de 2019 (OMS, 2019), esta situación exige al mundo contemporáneo realizar muchos cambios desde simples hasta los más drásticos en los aspectos económicos, social, político, cultural y tecnológico.
Toda esta situación, en el aspecto educativo viene con una exigencia del dominio tecnológico y haciendo girar hasta en 180 grados la forma de educación presencial hacia una educación a distancia y virtual; que anteriormente fue criticada por muchos ciudadanos inclusive docentes; pero esta situación es de los tiempos actuales; dado que se viene brindando el servicio en la modalidad a distancia; ello podemos visualizar en EBA (Educación Básica Alternativa) y Educación Superior (capacitaciones continuas hasta estudios de posgrado) todos ellos con todas las exigencias correspondientes.
Por otra parte, la educación la distancia es una forma de enseñanza que no requiere la asistencia física de los estudiantes ni del docente, con una exigencia hacia el docente de brindar todo material de estudio (separatas, guías, videos tutoriales, foros, pruebas, prácticas y videoconferencias) en una plataforma virtual o haciendo uso de las tecnologías de la Información y Comunicación. Esta exigencia no solo es para el docente, también es para el estudiante, los directivos y la comunidad en su totalidad. El ser docente en esta era digital, involucra una serie de cambios comparados con épocas anteriores, por ello los docentes deben actualizarse constantemente en dominios de habilidades digitales que es un requisito imprescindible para la actualidad. Así en la actualidad, un docente es considerado como mejor cuando intenta realizar en sí mismo lo que intenta con sus estudiantes (Demóstenes) o como lo ratifica Peter Senge; al indicar que la educación en el siglo XXI debe exigir a los docentes enseñar lo que no saben. Es decir, ingresar a un aprendizaje conjunto y colaborativo con sus estudiantes para lograr un modelo pedagógico que fomenta la tecnología en esta era digital formando estudiantes innovadores para la época actual.
En este mismo orden de ideas, concordamos con Andrés Oppenheimer cuando sostiene que la pandemia del coronavirus está acelerando la revolución tecnológica con miras a una educación en línea. Esto es muy evidente, dado que los gobiernos decidieron suspender clases y pedir a los estudiantes que continúen desarrollando vía internet. Esta iniciativa es muy buena, por una parte, pero también nos enfrentamos ante una cruda crisis como es el nivel de pobreza en el Perú profundo; donde no se cuenta ni siquiera con los servicios básicos, menos contar con dispositivos de acceso a la tecnología necesaria por parte de la población usuaria, niveles bajísimos en lo académico y además de ello una gran variedad de idiomas, lenguas y dialectos que marcan una brecha bien diferenciada. Así el momento que atravesamos se muestra como una buena ocasión para disminuir la desigualdad en materia de educación.