Si alguien debería explicar lo que ocurre con nuestra efímera existencia en el contexto actual, serían los filósofos; puesto que, los científicos de la medicina realizan ciencia práctica.
Descubrir o más exactamente redescubrir el antídoto a una enfermedad, es simplemente una prolongación de la vida por unos segundos más. Alivianar el pensamiento a razón de las percepciones fenoménicas, es terreno fértil para los filósofos, que registraron la historia del pensamiento humano. El cuestionarse incisivamente sobre la existencia, es el menú diario de la humanidad. Las escuelas filosóficas, se adelantaron con creces a lo que está concurriendo actualmente. No es ninguna novedad guerrear con la muerte, ese dolor y todos los dolores son soportables en esta vida.
La escuela antiquísima fundada por Epicuro, cultivó esa fugacidad y lo placentero de la vida. En lo posible alejarse de los dolores; ya que no deja ser feliz, por sus incisivas formas de minar el cuerpo humano. Propugna una vida austera y sencilla, pero como el máximo placer de la existencia humana. No existe dolor humano que no se pueda soportar. Pues ya no hay más vida para seguir soportando. En eso consistió la ataraxia practicada y vivida por Epicuro y sus discípulos. Actualmente la vida del ser humano, es invadida por el mercado de consumo inquebrantable. Encontrar el placer de la vida en los pequeños detalles, sería el sentido perfecto de la existencia humana.
Haciendo un salto de garrocha hasta la Edad Media, el insolente René Descartes destruyó los resquicios de la Santa Inquisición, virando el pensamiento inútil hacia la modernidad. Con el pasar del tiempo, esa modernidad inaugurada por Descartes, se difuminó por toda Europa, desgastando así, el conocimiento absoluto de la iglesia y sus representantes.
Pues, cogito ergo sum “pienso, luego existo” sino pienso, simplemente no existo. Para seguir existiendo constantemente, debo seguir pensando en forma perpetua y eso hace dudar. Esa duda, obliga a pensar; por tanto, es un acto de existir. Descartes catapultó la modernidad a una ventana más lúcida hacia la verdad. Es bueno dudar de las sensaciones; porque esta puede ser engañosa, la única fuente es la veracidad de la razón. El genio maligno puede tener serias injerencias en el pensamiento humano.
La única verdad ineludible, es la de seguir dudando, hasta de la duda misma. Puedo afirmar que existo, pues sigo pensando y dudando, de igual forma sigo soportando el dolor de la existencia, como diría Epicuro, lo cual es una garantía que existo.