En estos tiempos de pandemia, los hábitos tendrán que cambiar para todos, quien no extraña dar la mano a un amigo(a), dar un abrazo a su mamá o a su papá,
darse una reunión con sus mejores amigos, jugarse un partido de futbol, etc., fueron las cálidas manos de mi abuela junto a las mías, las que me transmitieron una sensación de conexión entre su generación y la mía. Y ahora por ende ya no será así, suena triste el teclado al escribir estas cosas, pero es una realidad, la conexión era tan fuerte, como si mi cuerpo reconociera que parte de mi trayectoria proviniera de ella. Una sensación de refugio, puesto que uno de sus hijos falleció el pasado domingo a causa de esta enfermedad. Fue una sensación más allá del sentido del tacto, se trata de conexión.
Es por eso que podríamos hacernos las preguntas ¿Por qué es importante darse un abrazo? ¿Qué significa darse un apretón de mano? Preguntas van, preguntan vienen, pero lo real es que darse un abrazo reduce los sentimientos de enojo y apatía, los abrazos son las demostraciones más bonitas que podemos dar los seres humanos.
Esto se debe al enorme sentimiento que se deposita en ellos. Desde pequeño nos enseñaron a dar la mano por respeto hacia la otra persona, cuando nos despedimos, o cuando terminamos una reunión, etc., todo eso quedara en el recuerdo, al menos en estos tiempos. Nuestras manos nos conectan, una conexión que despierta y juega a su gusto con todo el sistema nervioso.
Nuestras manos han construido el mundo que vivimos, lamentablemente algunas de estas manos están destruyéndolo al mismo tiempo. Es lamentable ver personas que utilizan sus manos, para escribir cosas que dañan a los demás, utilizan su inteligencia para causar desorden, caos, desgobierno, que bonito seria lo contrario, utilizarlo para el bien del prójimo, y no ven el daño que pueden causar, nuestras manos han firmado tratados de paz, como también han aprobado las guerras.
Nuestras manos expresan y gritan en silencio lo que nuestra voz no puede ser escuchado. Son las que aguantan el cantazo ante muchas de nuestras caídas, las que nos ayudan al levantarnos y las que soportan nuestro peso cuando escalamos para ver el mundo desde la cúspide de lo más alto. Son estas las que cultivan y recogen los frutos de la tierra, las que no los trae hasta nuestros hogares y finalmente nos los lleva a la boca para poder alimentarnos. Hasta nos hace recordar el gol anotado, por el mejor jugador de futbol de aquel mundial que lo denominaron: La mano de Dios, y gracias a esa mano ganó el partido.
Valiosas son nuestras manos, más valioso es lo que podemos llegar a hacer con ellas. Utilicémoslas entonces para construir, no para destruir. Una mano abierta saluda al mundo, cerradas fomentan las guerras, el distanciamiento, el caos, entrelazadas entre todos fomenta la paz de tu alma. Si somos tan agraciados como para tenerlas, entonces hagámonos merecedores de ellas.
Dar una mano a alguien es mucho más que hacer un favor. No es dedicar unos minutos que te sobran o prestar una remera que no usas, es dar una parte tuya. Dar la mano es aferrarte y aferrar al otro. Cuando el mundo se vuelve un abismo y todo se cae, tus manos no se aferran a algo, se aferran a alguien, alguien que no te deja caer.
Las manos nos unen, suman, cuando damos la mano dejamos de ser yo para ser vosotros. Mi mano ya no es mía, es tuya, o nuestra. Nunca voy a soltarte la mano, pase lo que pase siempre estaré a tu lado. Como diría la canción ¡Abrázame muy fuerte! o de una música cristiana ¡Dame la mano! Lo único que sé, es que esto va a tener que esperar, dependerá de Usted(es).