Sartre, gran pensador parisino que rechazó el premio Nobel, tenía la esperanza asegurada de que los colonizadores u opresores estaban en su fase final pues, según la dialéctica determinista marxista, ya no podían detener la revolución de los oprimidos.
El intelectual marxista nos rebela con brillantez, en el prólogo del libro de Los condenados de la Tierra, a nosotros que habitamos en la periferia; nos enaltece y asegura que conocemos muy bien al opresor: “Nuestras víctimas nos conocen por sus heridas y por sus cadenas: eso hace irrefutable su testimonio. Basta que nos muestren lo que hemos hecho de ellas para que conozcamos lo que hemos hecho de nosotros mismos”.
El europeo continúa denunciando: “Ustedes, tan liberales, tan humanos, que llevan al preciosismo el amor por la cultura, parecen olvidar que tienen colonias y que allí se asesina en su nombre” (Frantz, 2006, p. 8).
Asimismo, este europeo manifiesta que los creadores del antropocentrismo y narcisos europeos utilizan bellas palabras para disfrazarse de humanistas y racistas en sus praxis (acción); por eso dice:
Ustedes saben bien que somos explotadores. Saben que nos apoderamos del oro y los metales y el petróleo de los “continentes nuevos” para traerlos a las viejas metrópolis. No sin excelentes resultados: palacios, catedrales, capitales industriales; y cuando amenazaba la crisis, ahí estaban los mercados coloniales para amortiguarla o desviarla. (Frantz, 2006, p. 14)
Él denuncia a los eurocéntricos “nada más consecuente, entre nosotros, que un humanismo racista, puesto que el europeo no ha podido hacerse hombre sino fabricando esclavos y monstruos” (Frantz, 2006, p. 14). Los de periferia viven en miseria porque la metrópoli saquea y devasta sus recursos naturales.
Por otro lado, descentraliza al hombre europeo y lo pone al nuevo hombre en las periferias; es decir, los oprimidos constituyen el hombre rebelde de Camus. Por eso afirma:
¿Qué es un hombre rebelde? Un hombre que dice que no. Pero si se niega, no renuncia: es además un hombre que dice que sí desde su primer movimiento. Un esclavo, que ha recibido órdenes durante toda su vida, juzga de pronto inaceptable una nueva orden. (1978, p. 17)
Asimismo, predice que, sí o sí, el futuro de los condenados terminará en éxito cultural socialista nacionalista, ya que el imperialismo se derrumbará por su propia dialéctica. El sujeto lo constituirán los oprimidos, tal como menciona: “Simplemente, que éramos los sujetos de la historia y que ahora somos sus objetos. La relación de fuerzas se ha invertido, la descolonización está en camino; lo único que pueden intentar nuestros mercenarios es retrasar su realización” (Frantz, 2006, p. 15).
En fin, Sartre falló en su predicción determinista marxista. Los oprimidos están más felices con su opresor, no se preocupan por luchar en contra de la explotación, los mercenarios de los opresores retrasan la revolución con las torturas. Los medios de comunicación entretienen y hacen amar a su opresor.
La revolución no lo hicieron los oprimidos, sino los opresores o colonizadores, quienes hicieron la revolución tecnológica comunicacional. El hombre se ha centralizado más todavía, tal vez nunca se descentralizó el sujeto europeo.
Bibliografía
Camus, A. (1978). El hombre rebelde. In S. A. Lozada (Ed.), Albert Camus. https://doi.org/10.7591/9780801460296
Frantz, F. (2006). Los condenados de la tierra. In F. de cultura Económica (Ed.), Filosofía política. https://doi.org/10.1400/195220