Fuente: Dreamstime
Roly Auccatoma Tinco
rauccatoma@unah.edu.pe

“Confío en todo el mundo, en lo que no confío es en el diablo que llevan dentro”, así decía, una y otra vez, el veterano John Bridger en la película La gran estafa (2003). Esto nos manifiesta que todo hombre tiene naturaleza criminal y ética asesina.



Existen hombres que, con orgullo, aceptan sus actos criminales y otros que sufren el complejo de la moralidad. Asimismo, existen hombres que alegan “no matar ni una mosca”; sin embargo, en realidad, mienten u ocultan su capacidad de ordenar o calcular la muerte de su prójimo y mucho más.

El hombre con razón es asesino, ya que puede planificar y calcular con precisión el horror, así fue calculada la muerte del general Qasem Soleimani. La matemática y la técnica pueden estar al servicio de la muerte; por ejemplo, se puede matar, a través de un dron, desde la oficina. Todos somos peligrosos, pues poseemos instrumentos de muerte, creados por la razón. 

Algunos hombres matan por obediencia irrefutable, tal como Paul Tibbets, héroe norteamericano de la Segunda guerra mundial, piloto que arrojó la bomba atómica sobre Hiroshima asesinando, en cinco minutos, a 200 000 japoneses. Tibbets nunca se arrepintió, más bien manifestó orgullo por el acto horroroso y hasta dijo: “Hice lo que tenía que hacer. Lo haría de nuevo. Sepan que duermo tranquilo”. Mientras, Claude Eatherly, su compañero de misión, hundido por la moral, se volvió loco y no durmió tranquilo.

Por otro lado, existen asesinos psicópatas, los inadaptados que tuvieron problemas familiares, quienes se dedicaron al malvivir, destinados a una vida cruel. Truman Capote, en su novela A sangre fría (1965), nos muestra el asesinato de una familia normal, amigable y sin conflictos, en Kansas, cuyos integrantes fueron asesinados por jóvenes con las facultades mentales perturbadas.


En la película del mismo nombre, uno de los personajes manifiesta: “En realidad, no pudieron hacerlo por sí solos; un experto en medicina forense dice que cuando dos personas se juntan desarrollan la tercera personalidad, que fue la que lo hizo”.


Fuente: Diario de avisos – El Español

Luego dice: “Cuatro inocentes y dos culpables asesinados. Tres familias rotas. Los periódicos han vendido más. Los políticos darán más discursos. Se culpará a la policía y … Se aprobarán nuevas leyes. Todos se pasarán la patata caliente. Y después, el mes que viene, el año que viene… volverá a pasar lo mismo”. Más adelante, el condenado a la horca le dice al cura “¿Dios también está aquí?”

Asimismo, hay quienes asesinan por “acto gratuito”; es decir, sin motivos ni razones, tal como lo dice Albert Camus, en su novela El extranjero (1942), donde su personaje llamado Meursault mata a balazos a un árabe como un acto gratuito. El asesinato ocurre en un día caluroso, donde la inmensa radiación solar, la arena ardiente y el mar jugaron en contra de Meursault, quien dispara sin premeditación, la voluntad propia que trasciende el inocente vaivén de la naturaleza. Luego, es procesado a la pena de muerte. El personaje de Camus acepta la muerte sin quejarse porque cree que la vida es absurdo y no vale la pena vivirla.

En fin, todos los seres humanos están propensos al peligro de convertirse en criminales. Estamos al borde de un gran abismo, al cual podemos caer por voluntad propia o dirigidos por otros; somos capaces de cometer muchas atrocidades. No obstante, debemos seguir viviendo, aunque es muy difícil llevar una vida armónica entre seres humanos.

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