Las elecciones generales en cada país se tornan cada vez más atípicas, el fantasma de personajes extravagantes dentro de la escena electoral es de aguantar.
La política, tantas veces acariciada para llegar a un cargo perentorio y degustar la gloria del poder, es fascinante. Los grandes teóricos de la política, se arañan en sus tumbas al ver a los candidatos circenses intentando cautivar al elector eterno. El poder efímero alimenta la personalidad sociópata de sujetos que se dedican a la política y viven de ella. Estos personajillos superan los límites de la irracionalidad y se alucinan ser los filántropos de la humanidad.
Las empresas de los medios de comunicación juegan a la par con los candidatos de su preferencia electoral. Sus portadas son lapidarias, en su defecto sensacionalistas, con una fuerte dosis de la posverdad. Sus columnistas asalariados e invitados, son obligados a defender la línea editorial de la empresa, no importando las adjetivaciones que usan en contra del rival de turno; pues, es bienvenido. Las filudas plumas contra el contendor, es un vals diario en los medios impresos y audiovisuales. La tradición clásica del papel que juegan los medios de comunicación, aún pervive en el tiempo.
La etiqueta de un candidato o presidente dictatorial es motejada por la prensa utilitarista. El acoso y acusación personificado se vuelca a una posverdad, a sabiendas ante la opinión pública. Los grandes debates ideológicos de la política peruana y mundial fueron relegados con escandalitos de la vida privada de un candidato o personaje mediático construida por la misma prensa. Las elecciones en los Estados Unidos y Bolivia, con familiaridad son atípicas desde donde se vea.
Cuando el dictador rebautizado por un periódico Evo Morales fue derrocado, la prensa peruana informó hasta el hartazgo esta situación atípica. Pero, cuando era evidente que el partido de Morales consolidaba y se dio un golpe a su mandato; la prensa peruana entró en el limbo, mutis. Las elecciones en los Estados Unidos ingresan a una situación atípica, los periódicos peruanos con su dizque libertad de expresión le dedican todo el tiempo a informar lo acaecido.
Los recintos académicos donde deberían forjarse las ideologías políticas, fueron sustituidos con asuntos domésticos. Todos se creen los mejores analistas de la política peruana, hasta en una mesa de un bar de mala muerte. Tragos van y tragos vienen, llega la contemplación valiente de la situación real de la existencia humana, que es sin sentido, hacia el absurdo. Al día siguiente, una resaca y todo sigue igual. Lo atípico es que todos saben de fútbol, un antídoto perfecto para engullirse las ansias de lucha por la vida.