Las incubadoras reducen el riesgo de fracaso de las empresas en sus primeros años, dando acceso a valiosos conocimientos y servicios que permiten sobrevivir a la fase de puesta en marcha.
Este apoyo incluye consultoría financiera, asesoramiento en gestión empresarial, espacios de trabajo equipados y posibilidades de contacto con otros empresarios y gestores. Las incubadoras de empresas crean puestos de trabajo, «ingresos locales» e innovaciones.
Debido a su gran relevancia práctica, las incubadoras han llamado mucho la atención en el mundo empresarial, generando interrogantes ¿A qué grupo objetivo se dirigen? ¿Cuáles son sus funciones en relación con el espíritu empresarial y la innovación? ¿Qué papel desempeñan las universidades como proveedoras? ¿Cómo se estructuran? ¿Cuáles son los factores que influyen en el rendimiento de las incubadoras y, por tanto, en el rendimiento de las empresas?
A causa del desordenado crecimiento de empresas, las incubadoras se han vuelto fragmentadas y poco sistemáticas. A pesar de la falta de una definición estándar, la mayoría de los estudiosos comparten la idea de que la incubadora es una institución de apoyo a las empresas nacientes, logrando eficacia-eficiencia; bajo la exigencia actual, estos negocios deben ser sostenibles, es decir con una economía favorable, con responsabilidad social y cuidado del medio ambiente que impulsen el desarrollo de las naciones.
Se describe a las incubadoras de empresas como criadoras de nuevos emprendimientos en el periodo más débil y difícil, genera la oportunidad de perdurar y evolucionar, básicamente son lugares donde las empresas germinan. Algunos autores la relacionan con los parques tecnológicos, las aceleradoras, los startups entre otros.
Es también un sistema de conexiones entre individuos, como supervisores, empresarios, asesores, expertos, técnicos y otros, en concreto proporciona relaciones dentro y fuera de la organización, quienes contribuyen a la toma de decisiones en materia de finanzas, planificación empresarial, marketing, tributación, fabricación, etc.
Las incubadoras pueden clasificarse en cuatro categorías, según el operador: centros de innovación empresarial, incubadoras de empresas universitarias, incubadoras privadas independientes e incubadoras privadas corporativas; según la función se considera cinco tipos: incubadoras mixtas, incubadoras de desarrollo económico, incubadoras tecnológicas, incubadoras sociales e incubadoras de investigación básica.
Es importante destacar el papel clave de un gestor experimentado a la hora de evaluar el éxito de la incubadora y analizar sus efectos en la economía, como la creación de empleo y el aumento de las ganancias. Para lograr su prosperidad se plantea claramente la visión y se analiza la factibilidad; basada un estudio de mercado, en inteligencia comercial, en recursos, en opinión de los stakeholders, en contingencia estructural, en redes sociales y de contacto, en opciones reales, en la diádica, en política empresarial, en procesos, en virtualidad, en tecnología, etc.