Día 1. Cuando tenga fiebre con sudoración debido a la invasión del coronavirus que ha dañado mis células, y sienta dolor de cabeza palpitante, porque el virus ha empezado a multiplicarse.
Día 2. Cuando la fiebre llegue a picos de hasta 39ºC y tenga un malestar corporal generalizado conjuntamente con el dolor de garganta. Día 3. Cuando tenga tos seca, mareos, cansancio y congestión nasal, y me cueste mantenerme en pie porque mis articulaciones me duelen y las sienta como si estuvieran en llamas. Día 4. Cuando presente diarrea y erupciones de la piel con un cuadro infeccioso generalizado debido a la invasión del virus por todo el cuerpo a través del torrente sanguíneo.
Día 5. Cuando tenga una neumonía severa porque mis alvéolos pulmonares se empiecen a dañar y destruir en cada replicación del virus. Día 6. Cuando tenga disnea o dificultad respiratoria porque mi pulmón está seriamente dañado y se está llenando de líquido, presentándose el edema pulmonar, conjuntamente con pérdida del olfato y del gusto. Día 7.
Cuando me apuñale la nostalgia y no reconozca ni mi voz, porque me será imposible respirar por mí mismo y necesite ventilación mecánica. Día 8. Cuando tenga que dormir con la soledad en una unidad de cuidados intensivos, y mi cuerpo se juegue su última carta mediante la respuesta inflamatoria sistémica (SIR).
Resistiré, guardando en la medida de lo posible, la tranquilidad. Resistiré, bajando la fiebre con un trapo mojado sin desesperarme, y seguiré el tratamiento de los profesionales de la salud al pie de la letra, aunque me sienta extremadamente cansado.
Día 9. Cuando tenga disfunción respiratoria por un daño progresivo en mis pulmones, y la neumonía esté manifestada presentándose el SARS (síndrome respiratorio agudo severo) que me hará depender de la ventilación mecánica para sobrevivir, y la SIR me ocasione como daño colateral una septicemia, aunándose a ello el fallo cardiaco por el SARS y la hipertensión pulmonar, ya que la disminución de oxígeno aumentará mis niveles de CO2 y el pH de mi cuerpo se volverá más ácido, empezando mi piel a tener una coloración oscura o azulada (cianosis).
Día 10. Cuando mi sistema inmunológico empiece a fallar debido a la presencia del virus en el torrente sanguíneo. Día 11. Cuando la neumonía me ponga contra la pared y el SARS se manifieste con mayor edema. Día 12. Cuando pierda todas las partidas y me encuentre en una situación difícil por el daño cardiaco, y la noche no me deje en paz. Día 14. Cuando mi pulmón ya no funcione por un edema pulmonar masivo.
Día 15. Cuando mi enemigo sea yo, por los factores de coagulación que empiezan a activar la SIR. Día 16. Cuando se me empiecen a formar émbolos a nivel de vasos sanguíneos conjuntamente con coagulación intravascular diseminada (CID). Día 17. Cuando empiece a tener fallas orgánicas múltiples.
Resistiré para poder volver a ver a mi familia, y empezaré a luchar contra esta enfermedad desde mi cabeza. Resistiré, para seguir viviendo. Resistiré, resistiré.
Resistiré, uno de los factores importantes frente a esta situación es la motivación y optimismo a seguir luchando por recuperar la buena salud, con la esperanza de ver la luz del día de este universo.
La lectura de las líneas de este artículo nos trae inmediatamente a la memoria la canción "Resistiré", parece que esa es la intención del autor, y veo bien ello, porque tanto la canción como el artículo de Rene Hinojosa podrían ser considerados como «vacunas emocionales».