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El PACHAKUTI DE GUAMÁN POMA: cuento enviado a la Agencia Factor Literario el 15 de diciembre de 2024, a la categoría de Realismo Mágico. A la espera que salga publicado en una Antología de cuentos por dicha empresa chilena dirigida por Jotacé Sánchez..

Eran las dos de la madrugada del veintiocho de diciembre de 1666 cuando un susurro me despertó en el sueño. Me veía impulsado, con cierta inquietud familiar, a mirar el tablón de calificaciones del Centro de Arte Virreinal (CAV). La última nota por saber era la del Prácticum, del profesor Calvario. Todos los demás cursos estaban aprobados y, el veintidós de diciembre, había sustentado la tesis de «Ars Regia» con éxito. Con el Prácticum confirmaba la culminación de la carrera de pintor, en la Villa de San Juan de la Frontera de Guamanga, Perú. Cinco años de ansiada espera para recibir el título de licenciado en Pintura Virreinal. Sin embargo, una sombra me acechaba cuando pensaba en Calvario. Esperé intranquilo a que saliera el sol por la cordillera de los Andes, al lado opuesto del Apu Rasuwillka, principal Apu al norte de la región de Guamanga. Desde la terraza de mi torre, abracé a Rasuwillka con mi mirada pidiéndole su protección como elemental de la Cosmovisión Andina. Me alisté rápidamente y caminé a paso ligero hacia el CAV, impulsado por el susurro que me venía acompañando en los últimos cinco años. Al llegar al tablón de anuncios antes de que llegara Dignatario y los profesores, una sensación insólita paralizó mi cuerpo, con la presencia del susurro en mi interior en una octava superior. Pensé que era la parte femenina de ese lugar, el elemental de la Santa Tierra de Guamanga. Mi mente se quedó en estado vegetal cuando vi que Calvario me había suspendido el Prácticum con un diez. Me quedé paralizado, gélido de hondura. En un instante, vi la cordillera de los Andes ante mí como un muro infranqueable, aunque con una sensación etérea de que algo me estaba guiando.

El Prácticum, de acuerdo con el reglamento del CAV, no era subsanable si suspendías, por lo que tendrías que realizarlo de nuevo al año siguiente. Esto implicaría una contradicción temporal con la sustentación de la tesis una semana antes. Algo había sucedido que se sentían sombras alrededor de mí en el patio del CAV. El reglamento era ambiguo. No indicaba explícitamente que se podía sustentar la tesis sin saber antes si todos los cursos estaban aprobados. Había desafiado el tiempo, haciendo el futuro antes que el pasado. Esperé a que llegara Dignatario, el director del CAV, para comunicarle el suceso. Ese día, era el día de la graduación. Cuando me vio Jesús me dice: «no te vayas, que te van a dar tu premio». Me quedé tan pensativo, que miraba a mis compañeros por si se había equivocado de persona. Estaba en la escalera esperando a Dignatario cuando, de repente, veo que Adrián, el encargado de hacer el recuento de puntajes de la promoción, se acerca hacia mí con una libreta en la mano: «Waman´Kass, mira, tú has quedado en segundo puesto con 552 puntos. Calvario te ha fastidiado, te había puesto un quince de nota y te ha bajado a un diez. El registro de notas fue hasta el veintiséis de diciembre a medianoche. Se hizo el recuento de todos y tu habías quedado segundo puesto. El veintisiete al anochecer se volvió a abrir el tablón de anuncios de notas y ¡pluff! tu promedio cambió, saliendo desaprobado. Hemos tenido que dar el segundo puesto a otro alumno». Llegó Dignatario y me acerqué a la oficina. Al comunicarle la situación de extrañeza por lo sucedido, me contesta: «habla con él y que te cambie la nota, si tú tienes todas las evidencias» con las manos en los bolsillos y un gesto facial de sonrisa ladeada, reflejando la comodidad del cargo estatal con un tono de soberbia encubierta. Desde ese momento, sentí que su forma de actuar como autoridad no era correcta conmigo siendo alumno regular. Le delegaba la autoridad del Prácticum al docente sin pedirle justificación por su actuación conmigo.

Hablé con Tiziano, mi asesor, y me sugirió que presentara una solicitud por mesa de partes solicitando los instrumentos de evaluación sobre el Prácticum, no estando de acuerdo con la calificación colocada, ya que nunca me había comunicado las notas por unidades parciales a lo largo del semestre. Calvario solo recogía los informes semanales que le entregaba supervisados por el profesor Amerindio. Calvario nunca me decía nada. Su mirada y su gesto eran evasivos cuando me acercaba. Amerindio me dice: «habla con él y que te reconsidere, si le has entregado todos los informes». Quise hablar con él en medio del patio, a la vista de todos, en pleno momento de iniciar la ceremonia de graduación. Su mirada y su pensamiento eran rígidos cuando le hablaba, perdido en el horizonte, su neurosis se filtraba por la fijación de sus ojos. Mis palabras se endurecían retándole profesionalmente a la vista de los demás por no darme justificación del suspenso arbitrario. Todos miraban sin mirar nuestra interacción. Solo podían leer a cierta distancia como sordomudos el intercambio de palabras y de neurosis enquistada. Más tarde, volví al despacho de Dignatario para comentarle su rígida respuesta. Dignatario me responde: «presenta una nueva solicitud indicando los artículos de la Ley General de Educación y la Ley Universitaria, busca en qué artículos está incumpliendo con sus funciones como docente». Mi mente empezó a hablar sola: «Dignatario es cobarde, no es capaz de afrontarlo. En vez de solucionar el caso en primera persona como autoridad institucional, queda oculto con su cargo en un segundo plano y me manda a hacerlo a mí sin su nombre».

Me comuniqué con Tiziano de nuevo y me asesora: «ves a la defensoría del Ayllu para dar conocimiento del caso y que intervengan». Así lo hice que caminé apresurado con el calor que hacía hacia la defensoría del Ayllu, al otro lado de la plaza de Armas. En el trayecto, tuve la tentación de acudir al chaman andino llamado Pongo, Marcos, para consultar mi caso a los Apus y a la Santa Tierra en una mesada. Cuando llegué, había un guardia en la puerta. Pregunté y me contestó que habían salido por una llamada, a visitar una institución y atender un caso. Me dijo: «vuelve en una hora». Como hacía mucho calor, me fui a casa a dejar la chaqueta y a tomar agua, para luego volver. Llegando a casa, me encontré con Serapio, el abogado, en la puerta de su domicilio, cerca de donde yo vivo. Nos saludamos como siempre alegremente y le comenté el caso. Rápido en su especialidad jurídica con amplios conocimientos educativos, vio que tenía la verdad de la situación, pero que no fuera a la defensoría del Ayllu porque perdería el tiempo. Volví al CAV y ya Calvario había preparado un escrito en respuesta a mi solicitud. Dignatario me lo entrega y me dice: «corre, ves a de tu abogado y entrégale, para hacer un descargo». Volví rápidamente a de Serapio y me abrió la puerta. Me sorprendí porque parecía que sabía que iba a volver por cómo le había contado el suceso. Me dijo instantáneamente: «pasa, vamos, no hay de otra». Lo primero que me pidió fue el reglamento del Prácticum para analizarlo en base a los documentos que había presentado Calvario y yo por mesa de partes, junto con los informes semanales que había entregado. Entre diálogos y análisis, entre vinos y tabaco, intensamente desde las tres de la tarde hasta las nueve de la noche, elaboramos una carilla y tres renglones más, haciendo el descargo a Calvario, en mi nombre, Waman´Kass, como afectado, aunque colocando al final su sello y firma de abogado para darle seriedad al asunto. Al día siguiente lo entregué por mesa de partes a primera hora de la mañana. Se exigió a Dignatario y a la institución que ellos tenían que solucionarlo, argumentado bajo un análisis de la lógica causal de los documentos. Dignatario le entregó a Calvario mi descargo con la firma del abogado y Calvario volvió a presentar otro informe que me derivó Dignatario para que le llevara nuevamente a Serapio. Serapio se llevó las manos a la cabeza y dijo: «ya no tendrías por qué tener este informe de Calvario, ellos tienen que resolver. Están actuando como una argolla interna, entre ellos se responden, es un derecho consuetudinario, que funciona por la fuerza de la costumbre, ellos hacen y deshacen, es como un juego de niños, al margen de la ley establecida en el Virreinato y de instancias superiores al CAV».

El 2 de enero de 1667, fuimos a ver a Dignatario con el abogado, ya que había dicho que fuéramos dentro de una semana por cuestiones de plazos jurídicos. Nos presentamos ante su oficina cuando no había nadie. Serapio comunicó la situación del caso y Dignatario dijo: «ahora no podemos hacer nada, los docentes han salido de vacaciones y no todos son nombrados. Tenemos que esperar a marzo a que vuelvan a contratar a los docentes. Lo que vas a hacer es entregar una carpeta del Prácticum, de todo lo que has hecho. La presentas en la primera semana de marzo. La evaluará Amerindio, el mismo que te supervisó». Y nuevamente sentí el murmullo que me acechaba, esta vez desde el exterior, que parecía que hablaba por la boca de Dignatario. Dignatario expresa: «ahora que estamos aquí entre nosotros en confianza, lo que le había dolido a Calvario es que tú le hayas dicho que era un bachiller. Nosotros a veces sentimos un poco de envidia por las habilidades que tienes de hacer las cosas que haces, dibujar, pintar, escribir, muchos se sienten inferiores. Calvario piensa que eres una competencia para postular en el curso de psicología del arte indígena. Por eso, voy a quitar la asignatura del concurso. Tú, con tus capacidades, puedes irte a otro lugar a postular, a Ica, Arequipa, Cusco». Mi extrañeza creció, había creencias erróneas, unidas a una imaginación pulsional y territorial por parte de Calvario y Dignatario, y Dios sabe, quien más. Así quedamos en el encuentro, no se escribió nada, aunque Serapio fue testigo de sus palabras. Al retirarnos conversábamos Serapio y yo sobre su discurso y posición. Yo hacía todo tipo de interpretaciones y estaba enojado sobre su forma de hablar que Serapio tajantemente me para: «tu objetivo es que te aprueben el Prácticum para obtener tu título y nada más. Déjalos, que se peleen entre ellos. Soy testigo de lo que ha dicho. Prepara bien esa carpeta para marzo, ponlo todo claro, pensando que son niños, de nivel inicial, que no haya duda de nada, que la califiquen y que siga tu proceso para obtener el título y sigues tu camino al otro lado del Atlántico».

Al llegar marzo de 1667, presenté la carpeta del Prácticum por mesa de partes como se había acordado verbalmente. La derivaron a Amerindio cuando volvió a ganar el concurso para evaluarla. Amerindio me puso un diecisiete. Sentí que unas cadenas caían de mi mente liberándome del yugo de Calvario y viéndome como pintor al otro lado del Atlántico. Todo se solucionó y siguió el proceso de titulación. Calvario también se presentó al concurso porque no fue sancionado por Dignatario y volvió a ganar con la ayuda de sus amigos del jurado evaluador. Le volvieron a dar los mismos cursos que el año anterior, sin sancionar su falta. Cuando Calvario se enteró de que me habían aprobado el Prácticum, se puso en marcha la fuerza de la costumbre y comenzó a quejarse mediante el comité de fiscalización. Hubo un intento de que anularan mi Prácticum para no recibir el título de licenciado en Arte Virreinal. Se activó la pelea infantil consuetudinaria, esta vez, entre ellos, dentro de su propio circo. Le acusó de favoritismo hacia mi persona. Se apoyo en Narciso, encargado de la comisión de fiscalización. Narciso es el otro bando del CAV, enemigo de Dignatario, aunque institucionalmente se necesitan como amantes laborales para seguir en el cargo. Estuvieron enviándose informes sobre mi caso aun estando resuelto. Alegaban que no podía haber sustentado la tesis con un curso suspendido, el cual tampoco era subsanable de acuerdo con el reglamento. Sin embargo, el docente había cometido varias imprudencias desde el inicio sin sancionarle, nunca comunicó mis calificaciones y se dieron cuenta al final que me sacó de la nómina como alumno, cuando a la vez me puso una nota suspensa, habiendo recibido todos mis informes semanales en su mano por mi parte. Una contradicción total. El comité de fiscalización trataba de retomar mi caso. Querían aprovecharme para atacar a Dignatario acusándole de cometer un proceso irregular en sus funciones como director. El otro bando quería tomar el CAV como autoridades y traer a los suyos de la capital, Lima. Ahí estaban Narciso, Penélope, Venancio, Calvario, Narcisa, Anastasio. Hubo varios intentos de anular mi título y no lo consiguieron.

Volví a sentir cierta inquietud y angustia en ese tránsito. Esta vez elevada, se sumaban los estados anteriores. Empecé a vislumbrar el fracaso de cinco años de espera para seguir mi camino de pintor hacia el otro lado del Atlántico. No sabía si todo podía dar marcha atrás. Sentía que habría perdido el tiempo si me anularan el título y volver a hacer el Prácticum un año más. Parecía que se tejía un callejón sin salida para que me quedara o para que me fuera vacío. Llegué a tal estado de ansiedad, que mi mente se volvía caótica en los pensamientos e imágenes. Sin embargo, la sensación etérea me acompañaba y sentía que vivía en dos mundos a la vez, el plano terrestre, con todas sus luchas diarias y tensiones; y el plano celeste, donde los Apus y la Santa Tierra me acompañaban sintiéndome liviano. Dos tejidos se entrelazaban de manera simultánea, la oposición de Calvario a que me graduara para irme como licenciado y las sensaciones de los Apus y la Santa Tierra que me acompañaban. Si ya no convenía ir a la defensoría del Ayllu y con Serapio podría continuar el proceso legal hacia otras instancias, dije: «¿por qué no acudo a una mesada con el Pongo Marcos y consulto al Apu Potosí y a la Santa Tierra de Guamanga como elemental? Ellos son los seres andinos protectores de las comunidades, enclavadas en las entrañas de la naturaleza andina, desde los valles hasta los nevados como Rasuwillka. Me dispuse a caminar hacia el lugar donde el Pongo Marcos atendía abriendo mesadas detrás del cerro Acuchimay, un volcán inactivo. Marcos, se alegró de verme cuando llegué y me dice: «Waman´Kass ¿cuánto tiempo que no nos vemos? ¿Cómo estás?» Le respondo: «hace diez años por lo menos, que tiempos aquellos. Estoy bien, pero necesito conversar con Papá sobre algo que me está pasando». «Muy bien, ahora mismo entramos» responde Marcos. Entramos al cuarto, en el cual solo había una mesa con elementos rituales andinos y católicos y una silla donde se sentaba el Pongo para hacer el llamado en oscuridad, con unos silbidos largos y entrecortados, que parecía que atravesaban la cordillera de los Andes. Yo estaba sentado en unos bancos al lado de la pared. A los segundos de hacer el llamado con oraciones y silbidos, se escucha un aleteo fuerte y unas voces, en la opacidad del cuarto, posando sobre la mesa: pluff! pluff! Saqsaywaman Cabildo; pluff! pluff! Pampahuaylla Abancay; pluff! pluff! Ausangate; pluff! pluff! Potosí Bolivia; pluff! pluff! Santa Tierra de Guamanga. El Apu Potosí, como director de la mesada, se dirige a Marcos:

Potosí. – Buenos días, hijo

Marcos. – Buenos días, Papá

Potosí. – ¿Cómo estás?

Marcos. – Bien Papá, aquí tenemos una mesa privada, Waman´Kass ha venido a visitaros. Quiere conversar con vosotros

Potosí. – Buenos días, hijo, Waman´Kass ¿cómo estás? ¿cuánto tiempo?

Waman´Kass. – Buenos días, Papá, bien, aquí visitando. Quería saludaros y conversar sobre una situación que estoy pasando.

Potosí. – Ya sabemos hijo, no es por gusto que has venido aquí. Te hemos estado cuidando todos estos años. Guamán Poma de Ayala pasó a la vía seca y te eligió a ti para continuar su legado.

De repente, se siente un aleteo de mayor sonido entrando en el cuarto a la altura de la mesa: pluff! pluff! Guamán Poma de Ayala- dice la voz. Y la Santa Tierra de Guamanga continuó.

Santa Tierra de Guamanga. – Hijito, tuve que hacer que te enamoraras de Érika para que despertaras la pasión de estudiar arte. Al decirte ella que fue alumna del CAV y que desertó, tu pasión despertó el impulso de estudiar arte para enamorarla. Al poco tiempo, la pasión romántica entre vosotros se fue y tu quedaste solo en el CAV como alumno regular en primer año. Mucho has debatido si seguir o no seguir, muchas peripecias te han pasado, no todo ha sido contado. Ahora, tienes que seguir solo. Estamos contigo en todo momento.

Guamán Poma. – Hola Waman´Kass, ¿cómo estás? Te habla Guamán Poma de Ayala. En mi tiempo de vida terrenal, denuncié todas las injusticias que veía a mi alrededor y seguí el camino del «Ars Regia». Ahora me he convertido en Apu y ayudo a mi tierra desde este lugar. Tú, Waman´Kass, has sido orientado para que denuncies las injusticias que ves en tu entorno y ser ejemplo con tu ética noológica. Hemos creado las situaciones para alterar todo. Pintarás grandes cosas y escribirás Nuevas Crónicas en la era del Espíritu. Serás una bisagra entre la decadencia de valores del mundo que vives y un nuevo periodo a comenzar. Mientras tú los enfrentas en ayunas, ellos necesitan comer para caminar; mientras ellos necesitan dormir para reparar su desgaste, tú, aprovechas el sueño para combatir. Aunque hablen en mi nombre, sus palabras son como un huevo sin galladura, huérfanas de esencia. Sus palabras no contienen La Palabra. ¡Anda!, viaja entre los dos mundos, aquí y al otro lado del Atlántico.

Waman´Kass lo entendió todo y se marchó silencioso, pletórico de hondura:

Escuché la llamada y dijeron:

¡Declaro la guerra y no la paz!

¿Acaso sueña el capullo?

¿Sueña la rama cortada?

¿O despierta el capullo a la alborada y

Recibe el aroma de los cielos?

Y la zanahoria llega a su fin

La zanahoria que sigue el burro

Entre nieblas y neblinas

Entre aguas y formas

Entre ruedas y vueltas

Samsara, ¿esclavitud?

Waman´Kass (Huamanga, 9 de diciembre, 2024, Bicentenario)

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