Para hacer política se necesita dinero y alguien aporta ese dinero siempre.
Desde la entrada en vigencia de la Ley N°31046 que modifica el título VI “del financiamiento de los partidos políticos” de la Ley 28094, “de organizaciones políticas”, nace una esperanza de fortalecer la democracia, al saber cómo se financian las campañas políticas.
Francisco Durán en su libro “La captura del Estado en Latinoamérica” comenta que “la pregunta clave en política no es quien gobierna, sino quien manda”, haciendo referencia a que el gobierno no necesariamente ejerce el poder, hay distintas influencias intervinientes.
El hilo de la corrupción casi siempre inicia en esta etapa, y sus terribles consecuencias han impactado en la gobernabilidad y en la vida de todos los ciudadanos.
Los grandes entes económicos siguen teniendo poder en el país, negándose a una disminución de sus ingresos y utilidades, su intervención en política al financiar las campañas es considerada una inversión, llave que los posiciona en el mercado; la nueva normatividad pone en riesgo sus intereses.
Por primera vez, las leyes peruanas generan restricciones, y en tiempos de pandemia, la financiación parece menos urgente. Los medios de comunicación conservadores, factor élite de poder, se reemplazaron por medios relativamente económicos y modernos de internet, como son las redes sociales, que han tenido un alcance insuperable.
Los pobres no financian campañas, los de clase media intervienen en el análisis político por su alto nivel educativo más que por la contribución en su economía, el aporte dinerario siempre la han dado los ricos, estas campañas han sido capturadas casi siempre por el dinero.
Modificar el sistema de las organizaciones políticas, mejorar su estructura, fortalecer sus elecciones internas, pueden ser una salida, para que no depender de financiamiento privado, a pesar de las modificaciones legales recientes, los indicios de irrespeto y desigualdad persisten.
¿Quién financia a los candidatos? ¿de dónde viene el dinero? ¿donación por convicción o por interés?, si fuera el primer caso, ¿porque no hacerlo públicamente? ¿porque no bancarizarlo? ¿por qué es tan difícil rendir cuentas? ¿Será que prevalece el interés? se podría entender que la financiación privada o particular a las campañas ¿son una coima anticipada?
¿Tan dañada ha quedado la forma de hacer política? que las campañas requieren financiación a cambio de abrir una puerta giratoria donde se ventilan los puestos más importantes, y con estos futuros funcionarios se deciden las dictaduras pro mercados.
Y si el Estado financia en su totalidad estas campañas políticas ¿su rendición sería oportuna, justa y transparente? ¿se cumplirá la finalidad publica del uso de ese presupuesto? o a pesar de ello ¿se seguirá contando con una democracia secuestrada por corporaciones millonarias? Bajo estas circunstancias la ética es una necesidad.
Se puede plantear propuestas, como en muchos países, ya que este problema social es universal. Se considera que la juventud es importante, por su sentido revolucionario, crítico, observador y libre de malicia, pero, sobre todo, por su vigorosidad. Se sabe que es posible cambiar el rumbo de un país, lo demostró la generación del bicentenario, con la eliminación de la “Ley pulpin”, el “cambio de Merino”, la derogación de la “Ley agraria”, entre otros. La confianza sigue en ellos.