Cuando Freud manifiesta que todos los hombres poseen la pulsión de amar o el eros, nos da una pequeña rendija de esperanza para hacer los actos individuales eternos en estos tiempos apocalípticos donde los países poderosos están llenos de armas nucleares y, en cualquier momento, pueden hacer clic para destruirnos hasta quedar el último hombre.
Ello indica que, a pesar todo, hay una parte subliminal en cada ser humano, aunque vivimos tiempos en que todo es rapidez, pues nada nos asombra y apasiona; ante eso Heidegger dirá: “Todo misterio pierde su fuerza”, es decir la capacidad de olvidar se agigantó y está generando el consumismo a nivel global.
Por tanto, se puede manifestar que, a pesar de todo, es posible tener una consciencia crítica para ver con claridad la historia, como el ángel que plasmó Edvard Munch en su cuadro El grito. Este personaje grita porque es un ángel que vio el futuro de la humanidad, vio la muerte a la vuelta de la esquina, la devastación de la Tierra o la explosión de todas las armas nucleares creadas por los hombres, es decir vio el horror que se avecina.
Por otro lado, no podemos escapar de nuestra realidad con cuentos de hadas; al contrario, debemos reflexionar en para qué sirven la libertad y la democracia cuando existen muchas armas de destrucción, pues los hombres del poder han llegado a construir armas demoledoras no para la paz. Estas, con alta precisión y largo alcance, frenan cualquier revolución en los países neo-colonias, ¿cuánto poder tenemos para enfrentarlo?
Aquello se puede corroborar a través del informe del Instituto Internacional de Estudios para la Paz (SIPRI), publicado el lunes 27 de abril de 2020, donde menciona que los países potencias están aumentando su presupuesto militar “Estados Unidos aumentó 5,3 por ciento en 2019, hasta 732 000 millones de dólares (38 por ciento del cómputo mundial). Le sigue China, con 261 000 millones de dólares (+5,1 por ciento en un año), e India, con 71 100 millones de dólares (+6,8 por ciento). Los cinco países que más invierten, incluido Rusia y Arabia Saudita, representan juntos más del 60 por ciento de los gastos militares totales”.
En estas circunstancias, donde la guerra está declarada y estamos en ella, el hombre aún conserva su lado espiritual que se expresó, maravillosamente, en el arte, también los actos individuales pueden aumentar nuestra fe en nuestros prójimos. Tal como dice la joven Tracy, en la escena final de la película Manhattan (1979), “No todo el mundo se corrompe”. “Tienes que tener un poco más de fe en la gente”, cuando se dirige a Isaac Davis (Woody Allen).
En fin, la esperanza de todos los hombres se halla en los actos individuales, como en la película El jardín del mal (1954), dirigida por Henry Hathaway. En la escena final, los tres personajes Gary Cooper, Susan Hayward y Richard Widmark se encuentran frente a un desfiladero, mientras son perseguidos por los indios, a los cuales uno de ellos debe frenar, así los otros pueden huir. Los dos hombres, el tahúr Widmark y Cooper deciden jugar su suerte a las cartas, aunque el segundo se niega porque sabe que perderá.
Widmark lo trata de cobarde y Cooper, tocado en su amor propio, accede. Juegan a las cartas y ¿quién pierde? El tahúr. Luego, Cooper se va con Hayward, llega al valle, escucha los tiros y dice: “¡Qué tonto! No me di cuenta. Hizo trampa”. “¿Cómo que hizo trampa?”, le pregunta ella. “Sí, hizo trampa para perder y que nos salváramos nosotros. Es mucho mejor hombre de lo que yo creía que era. Tengo que volver”. “¿A qué vas a volver?”. “A decírselo”. Esto es amistad. Esa grandeza es la voluntad de amar la vida.