La obra científica de Richard Dawkins ‘El gen egoísta’ contiene un capítulo dedicado a la propagación de los memes, puesto que en nuestros días se han reproducido los “memes” como él mismo había profetizado. Convivimos en un mundo virtual de capacidad real, estamos frente a una avalancha de artistas al paso que recrean con memes situaciones de fracaso, éxito, desgracia y demás vicisitudes de la vida.
Sin embargo, alucinamos ser los únicos habitantes del universo con sentido de la eternidad en el tiempo. Como fuimos arrojados al vacío, a la nada, estamos desperdigados sin rumbo a la deriva infinita, pero hay quienes desean construir un carril para guiar al hombre descarrilado, autoproclamándose mensajeros de la moral y de las buenas costumbres. Es momento de retomar a los filósofos existencialistas para entender la epidemia actual del Coronavirus, que está generando pánico en todo el mundo. Nos hemos dado cuenta que existíamos realmente, significa que podemos dar algo de razón a la existencia humana, lo cual habíamos olvidado. Por ahí se asoma Albert Camus con su obra fenomenal “La peste” que reflejó un hecho real de su época, descrito como literatura en un escenario ficticio de la ciudad argelina de Orán. Para Camus, el único sentido de la existencia filosófica es el suicidio, no hay más filosofía que pueda superar dicha afirmación categórica. Un complemento perfecto para un menú del pánico es Søren Kierkegaard, el ideólogo del existencialismo originario, desesperado por la angustia del vivir del individuo.
Hemos entrado a una etapa de miedo mundial sobre nuestra existencia; puesto que, se avecina nuestra muerte con la epidemia mundial que se propagó como un “meme” por el mundo. Los literatos y filósofos vaticinaron el caos de la existencia humana, siempre presente en la filosofía existencial del absurdo de la vida. Haber vivido tantos años y no asimilar la cercanía de la muerte, es desconocer la evolución humana. La llegada del virus es más fácil por los viajes aéreos, lo que en nuestra época pretérita era imposible y la consecuente propagación de los virus que viajaban por el espacio era más lenta, casi en el anonimato; porque, no había información en tiempo real.
esperan pacientemente que los científicos encuentren algún antídoto que pueda sucumbir el pánico mundial. Se suman las tradiciones totemistas que predican la chamanería
Las plegarias de fenómeno mundial, de esencia metafísica y teológica no evitan la propagación, todos los dioses del mundo no pueden estabilizar al famoso coronavirus; puesto que, ya pasó por el budismo, cristianismo, protestantismo, brahmanismo, hinduismo, islamismo y algunas otras pequeñas congregaciones religiosas. Ninguna de estas, pudo confrontar con sus poderosos dioses, por el contrario, esperan pacientemente que los científicos encuentren algún antídoto que pueda sucumbir el pánico mundial. Se suman las tradiciones totemistas que predican la chamanería; tampoco, logran estabilizar el pánico. Pero continúan con sus avisos de amarres eternos de parejas, previo abono económico, siguen recibiendo diezmos, siguen predicando la venida de algún salvador y en esa espera desesperada el pánico se apodera del individuo solitario en este mundo. Al día siguiente nadie murió, dirá José Saramago en sus “Intermitencias de la muerte”.