La pandemia hizo aflorar todas las debilidades, inequidades y brechas que existen en el Perú. Las incomprensiones y los odios entre peruanos,
como nunca vimos a personas desesperadas por volver a sus pueblos, mientras los demás les gritaban irresponsables, no son solidarios, no saben que nos pueden contagiar. Contagiar que, solo la desesperación.
Esas personas, las desesperadas, que caminaban hacia sus pueblos, son parte de la gran mayoría de peruanos que las medidas del gobierno han llevado a la quiebra, destruyendo sus negocios, impidiendo que sus hijos estudien, acabando con lo poco de igualdad que en el Perú habíamos ganado en los últimos años.
La muestra extrema de como las medidas desatinadas gubernamentales, nos están llevando a una “guerra civil” disfrazada y contra el pueblo, es la represión de aquellos que salen a vender lo que pueden, algunos propietarios de establecimientos obligados a permanecer cerrados y, la mayoría, gente que ya está pasando hambre; mientras que burócratas y demás privilegiados siguen proclamando #yomequedoencasa.
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Esa es una muestra más de lo poco que nos conocemos entre peruanos, la actuación de los ambulantes y neoambulantes responde a una cuidada planificación; producto de sus derechos consuetudinarios, que obviamente no son lo mismo que los derechos formales que el estado dice reconocernos. Si nos aproximamos a ese grupo, a su pesar combatiente, encontraremos que generalmente son originarios de un mismo lugar y, probablemente vivan en un mismo barrio.
Si nuestra aproximación fuera mayor, encontraremos que son la punta visible de una larga cadena de valor, que los relaciona con fabricantes, importadores, agricultores e intermediarios, multiplicando por diez la cantidad de peruanos, que a través de ellos buscan sobrevivir y a los que están relacionados por lazos familiares, de compadrazgo o de paisanaje.
Lo reseñado, no es nada nueva, siempre fue así; la muestra más palpable de esta forma de actuar en la sociedad nacional, es Gamarra, el mayor centro comercial textil de América Latina; que nació así, de comerciantes ambulantes que tenían proveedores en fabricantes ilegales de ropa, en miles de pequeños establecimiento; se formalizaron y hasta exportaron a países como Colombia, Venezuela, Bolivia, Chile y Argentina. Hasta que el estado los obligó nuevamente a “informlizarse”.
El Perú, se ha hecho así, en permanente enfrentamiento entre un estado cuyos fundamentos legales son importados y con una estructura burocrática, de una masa de gente que dejaron de saber de dónde venían. Al frente tienen un pueblo con una cultura milenaria, perseguida y combatida por el Estado desde la conquista, pero que es eficiente y funcional en la sociedad nacional y la más importante estrategia de supervivencia para los desesperados, nosotros.
Finalmente, si este gobierno quiere realmente reconstruir lo que han destruido, solo puede alentar la “informalidad”, darles las condiciones legales y funcionales para que puedan hacer un mejor País, después de todo siempre fue el pueblo el que lo hizo y rehízo en todas las tragedias nacionales, a pesar de los gobiernos y los oportunistas que al final se aprovecharon de su trabajos y su vida.