El vocablo “maleza” no es muy riguroso y frecuentemente se le asocia a una acepción antropocéntrica que se puede resumir en la siguiente frase: “una planta que crece donde no se la desea”.
Las malezas compiten con los cultivos por luz, espacio y nutrientes, aunque también por CO2, incluso, varias especies tienen la capacidad de albergar agentes patógenos y a sus vectores, así como también insectos plaga; sin embargo, estas plantas también tienen la particularidad de contribuir al sostenimiento de la fauna benéfica en el marco de un control biológico, entre las que se encuentran detritívoros y predadores (Andrade, 2021), y es que, las malezas al ser productoras primarias, ofrecen el servicio ecosistémico de alimentación y valen directamente como abastecimiento de alimentación para varias especies de herbívoros, que se destacan como consumidores primarios en los agro ecosistemas, en donde los artrópodos fitófagos que tienen predilección por las malezas, pueden ser a la vez fuente de alimentación para otros artrópodos benéficos, haciendo de presas alternas que se acoplan en las redes alimentarias de los agroecosistemas (Guzmán et al., 2016), como por ejemplo los “pulgones” de las habas, Aphis fabae cuyo predador natural es la “mariquita”, Coccinellidae.
En una determinada ocasión de su ciclo de vida, muchos artrópodos benéficos se nutren directamente de materiales de la planta como néctar, polen, entre otros, primordialmente por las abejas; incluyendo también exudados de heridas de especies vegetales. Las malezas son hospedantes optativas para diversas especies de artrópodos, ya sean benéficos o plagas (Montero, 2008ª citados por Montero, 2014). Las malezas pueden ser también sitios de oviposición de insectos benéficos (Griffing & Yeargan, 2012 citados por Montero, 2014). “Las malezas pertenecientes a las familias Umbelliferae, Leguminosae y Compositae desempeñan un papel ecológico muy importante, dado que proporcionan alimento a varias especies de artrópodos y, de esta manera, mejoran su reproducción” (Altieri y Nicholls, 1999).
Las malezas en un cultivo no sólo pueden generar alteraciones en su microclima, cambiando en estos ambientes la aptitud de los artrópodos, sino que también aumentan el porcentaje de cubierta vegetal verde viva, de mayor lapso de tiempo al aproximarse el término del ciclo del cultivo, proveyendo de refugio tanto para plagas como para benéficos que, de otro modo, no sobrevivirían. Diversos microclimas, ambientes químicos variados y una diversidad estructural muy complicada, que dificulte que prosperen las plagas debido a la presencia de numerosos enemigos naturales, pueden generarse por una vegetación asociada a los cultivos (Montero, 2008ª citados por Montero, 2014).
En conclusión:
Las malezas ayudan a incrementar la biodiversidad de los sistemas agrícolas, sirviendo como recursos para muchos organismos que habitan en ellos.
Muchos organismos son herbívoros, consumidores o patógenos que pueden usar a las malezas directamente como fuente de alimentación o indirectamente, al dar soporte a organismos benéficos.
Las interacciones entre malezas y otros organismos plaga es inevitable, toda vez que las malezas son el cimiento de la pirámide trófica, ya que son productores.
Referencias
Altieri, M. y Nicholls, C. (1999) Biodiversity, ecosystem function and insect pest management in agricultural systems. In: Biodiversity in Agroecosystems. Collins WW & CO Qualset (Eds.) CRC Press, Boca Raton.
Andrade, S. (2021). Ensayo sobre las malezas hospederas de plagas y enfermedades [Ingeniero agrónomo, Universidad Autónoma de Nueva León, Monterrey, México]. https://n9.cl/c4go8
Guzmán et al. (2016). La riqueza biológica de los insectos: análisis de su importancia multidimensional. Acta zoológica mexicana, 32(3), 370-379. https://n9.cl/41wr
Montero, G. (2014). Ecología de las interacciones entre malezas y artrópodos. Capítulo X, 267-305. 2da Edc. https://n9.cl/bjo02