Hace un poco más de 5 meses, es probable que no hubiera pensado en la dimensión que ha calado las restricciones y circunstancias en las que vivimos hoy,
es probable que no haya pensado siquiera en que no podría organizar viajes con todo lo que debo organizarme previamente, hasta extrañar a los míos de la manera en que los añoro hoy y la imposibilidad de gozar de mi cálida tierra norteña empapándome de su energía para continuar en estos avatares de mis decisiones.
Todo cambió es verdad, más bien existe la denominada “nueva normalidad”, es una gran forma de llamarla quizás, porque debe transmitir tranquilidad, o un fantasioso sosiego en medio de la crisis económica y social, vaivenes de emociones por doquier y es que para algunos pareciera que la vida continúa sin preocupaciones, mientras que para otros, ha significado quedarse desempleados, ver partir con impotencia a su familia a la eternidad,
desesperación por no traer dinero a casa o haber decidido no matricular a los niños al colegio, circunstancias para los cuales no estuvimos preparados, peor aún, cómo contar con el apoyo del Estado sin planes de prevención o contingencia, cuando por tantos años hemos visto desfilar hacia las instancias judiciales a máximos representantes para que respondan por sus cuestionables acciones, salpicados o a veces tan embarrados por la corrupción y el escándalo.
Perú, cuatro letras que retumban en el pecho, para cualquier peruano pujante, emprendedor lleno de sueños, de metas y anhelos, apostando por un país mejor que es más grande que sus problemas, dejando de lado las noticias desalentadoras que día a día nos perturban la mente; el COVID-19 ha sacado a relucir la miseria en la que podemos convertirnos, los robos a las personas que llenos de esperanza fueron a cobrar sus bonos, la delincuencia en aumento ahora aprovechándose del uso de las mascarillas para no ser identificados fácilmente,
la indignante gestión para repartir canastas de primera necesidad simulando precios de productos de mejor calidad por otros con costos mínimos y es más, muchas familias ni lo recibieron, una madre de familia arequipeña corriendo tras la movilidad del presidente de la república para exhortarlo a ver las condiciones hospitalarias nefastas en las que los pacientes del virus son atendidos por el colapso del sistema de salud y que nunca la escuchó, a eso agregarle las inconscientes decisiones de las autoridades ediles, así como,
las compras y adquisiciones en estado de emergencia son carta abierta hacia lo ilícito, lo vemos a diario en las auditorías al sector público. Eso es una descripción de mezquindad total, será que se suponen inalcanzables o intocables, porsiacaso esta pandemia ha evidenciado que no hay inmunidad, no hay antídoto, no hay distinción de clases sociales.
Desde el lugar que estemos, intentemos a diario ser mejores personas, inculcar valores, contagiar el orgullo de nuestra peruanidad, dar amor a nuestros hijos a los nuestros, brindar apoyo si podemos hacerlo, escuchar pacientemente, demostrar empatía, puede que mañana veamos a ciudadanos probos que, como tú, aportan su granito de arena para construir un país justo y solidario.