Fuente: Anghela Ariana Castro. Artista plástica. Título de la obra: Ausencia y Vacío
Esta obra denominada “Ausencia y Vacío” también es una obra huamanguina. La autora se identifica con la obra porque creció en la región sierra de Perú. La artista es ayacuchana, dónde tradicionalmente se elaboran diferentes tipos de textiles. En sus obras introduce la textilería huamangina en el borde del cuadro, para identificar sus raíces y referir que sus obras van dedicadas a los niños andinos en los personajes.
Según relata la artista, expresa al niño andino en su abandono de la sociedad y del gobierno. La artista nació en Ayacucho en 1991. En la mirada y el rostro aún se reflejan la impresión vivenciada del terrorismo y la violencia política en la época del Sendero Luminoso y no puede pensar cognitivamente con la razón, con la lógica. El niño mayor tiene unos 10 años de edad y el menor 5 años (representa a la autora). El niño ha perdido a su familia, por ello el nombre de la obra se denomina “Ausencia y Vacío”, que simboliza secuelas psicológicas de la época del Sendero Luminoso. La autora relata que perdió a su padre en la época del Sendero, es decir, que el padre abandonó a la hija (la artista) y a su familia. La finalidad de la obra es protestar y manifestar indignación sobre lo sucedido. El lema de la artista es: “que las obras hablen por sí solas”. Su padre la abandonó de pequeña y aún tiene ese impacto a modo de recuerdo traumático y se decía: “estoy sola”. El hermano mayor del cuadro lo asimila y protege al pequeño. La tela rota representa la ausencia de las demás personas que los han olvidado en las alturas de las montañas, en la puna, otra región geográfica de Perú, donde no los apoyaron emocionalmente ni físicamente. Tuvieron que adaptarse a las necesidades donde trasquilaban a las ovejas con la intención de sacar la lana y transformarla en tejido. A su vez, tuvieron que valerse de vegetaciones para obtener pigmentos y poder teñir la lana, como el color del nogal. El muchacho mayor representa el hermano de la artista que le decía “no están solos”. El hermano mayor asumía el papel de padre. Sobre el origen del proceso mental para elaborar la pintura, la artista relata que le venían muchas imágenes a la mente, hacía muchos bocetos, rompía muchas hojas y un día vio una imagen con la que se identificó: “Aquel día solo era una imagen que me identificó, pero sentí que faltaba algo, había un Vacío y una Ausencia que quería llenar”. Le dio un valor a la foto de tal manera que se identificaba con su inconsciente. Estuvo buscando donde reconocerse. No fue fácil el buscar algo que la identificara, pasaron días, semanas, meses, sin poder calmar aquel “Vacío”, pensaba y pensaba y repensaba hasta que un día lo buscado fue encontrado y desde entonces fue trabajando en la integración de su esencia en dicha obra. Para la artista, un trazo, una pincelada, es una porción de emoción de entrega, es una célula del alma encarnada en los trazos y más aún sobre todo el vivo reflejo de sus colores emotivos. Era su parte profunda, su inconsciente accedía a memorias de su infancia fracturada, a las imágenes parentales y a las relaciones de objetos. La artista sentía que le faltaba algo al cuadro, quería expresar su realidad personal y social de su entorno: “si no lo hacía como artista me sentía frustrada, después de 5 años de estudiar, llenar ese Vacío y Ausencia en mi”. En esta obra predominan los colores grises por el estado de ánimo de soledad, abandono y tristeza en la niñez. Como artista se sentía impotente al no llegar a las personas necesitadas y al ver que el Estado no ayudaba. Sintió satisfacción al terminar el cuadro. Se sintió liberada y se dijo: “después de esto que viene”. La obra corresponde al final de su carrera para el grado de bachiller en artes plásticas, es decir, cerrar un ciclo en la vida inconsciente “reparando” heridas del pasado.
El concepto de “reparación” de Melanie Klein hace referencia a la “reparación” de “objetos internos” psíquicamente fragmentados por experiencias que han sido percibidas y sentidas como buenas o malas. Teóricamente, el origen de la “reparación de objetos internos” se relaciona a la metapsicología Kleiniana con la creación de las posiciones esquizo-paranoide y maniaco-depresiva. El niño al nacer tiene un cerebro inmaduro. Las primeras manifestaciones psíquicas en el desarrollo de la percepción son las “figuras parciales”, como el pecho de la madre al darle su alimento. El bebé a partir de ese momento, genera unas fantasías cuando percibe parcialmente un “pecho bueno” al darle de comer y un “pecho malo” cuando se le retira el alimento. El bebé en la primera mitad del año de vida, no identifica que es la misma persona que le da el “pecho bueno” y el “pecho malo”. El bebé piensa que son personas distintas. Cuando el bebé se da cuenta que es la misma persona la que le da “el pecho bueno” y que le retira el alimento, el “pecho malo”, trata de integrar en su psiquismo, “reparando” el daño” que ha sentido el bebé que le ha hecho a la misma persona que le daba el “pecho bueno”.
Hay dos posiciones mentales que se dan desde el nacimiento. Desde los 0-3 meses se genera una “posición esquizo-paranoide” en el bebé, la cual está relacionada con la percepción de los objetos parciales (bueno y malo), con un yo fragmentado y una angustia de muerte contra el yo. Desde los 3-6 meses se genera una posición depresiva, la cual está relacionada con la integración de los objetos parciales observándolos como objetos totales. Es una fase neurótica de carácter maníaca donde el bebé entra en una actividad psíquica-somática, con inquietudes, buscando la integración del “Yo” y de los “objetos fragmentados”. Estas posiciones no significan una patología del bebé, sino que son estados mentales que el bebé atraviesa como parte del desarrollo psíquico del “Yo”. Las posiciones esquizo-paranoide y maniaco-depresiva se pueden repetir a lo largo de todo el ciclo vital del ser humano, en diferentes fases de su vida. Sobre esta base teórica conceptual, pasamos a interpretar las obras pictóricas de la artista, sobre todo las obras denominadas “Angustia” y “Ausencia y Vacío”.
En el análisis de estas dos obras, junto a la historia biográfica, se reflejan las posiciones esquizo-paranoide y maniaco-depresiva de la autora, buscando “reparar” e integrar el “Yo” infantil que quedó traumado con su experiencia natal de nacer sin conocer a su padre y de ser madre en un momento no oportuno de su vida. La posición esquizo-paranoide se refleja en su “angustia existencial” y en su obsesión psicótica de encontrar una imagen que representara su “objeto interno fragmentado”, es decir, la cantidad de bocetos que la artista realizaba, el romper hojas, la búsqueda incesante hasta que encuentra una imagen en internet que se asemeja a sus fantasías y “objetos internos psíquicos”. El momento álgido de la “reparación” se encuentra cuando la artista empieza a “reparar”, es decir, a acomodar la imagen seleccionada de acuerdo a lo que ella sentía que le “faltaba”. Este aspecto simboliza el paso de la posición esquizo-paranoide a la posición maniaco-depresiva, la cual de acuerdo a la teoría kleiniana es la ideal, puesto que representa la fase de normalidad emergiendo nuevos sentimientos como tolerancia, integración, culpa: “si no lo hacía como artista me sentía frustrada, después de 5 años de estudiar, llenar ese vacío y ausencia en mi”. Es así que la artista una vez que ha pasado a la posición depresiva, manifiesta un alivio al terminar la obra artística y la carrera profesional a la misma vez que se dice: “después de esto que viene”.