“Una mala persona no llega nunca a ser un buen profesional”. – Howard Gardner. En la actualidad, muchos de nosotros somos testigos de la búsqueda del trabajo adecuado, de una fuente de ingreso o de algo que por lo menos cubra nuestras necesidades, en realidad, ¿Quién no ha soñado con conquistar el empleo ideal?
El mundo laboral contemporáneo exige mucho más que documentos que acrediten una formación académica, años de experiencia y los conocimientos, nos invita a reflexionar sobre nuestras cualidades y limitaciones en un mundo cada vez más competitivo.
Un escenario que cada vez hace referencia a las competencias como el match perfecto entre los conocimientos, operaciones mentales, capacidades para usar diversas habilidades y empleo de actitudes adecuadas a la realización de tareas.
La gran responsabilidad de los docentes de educación superior, al asumir un compromiso para formar personas probas para un mejor futuro, que sean íntegros, tengan valores y ética profesional, características que complementan un perfil equilibrado. Entonces, como acompañar este proceso de formación, si no logramos ser referentes o guías; el camino es una transformación que puede llegar a convertirnos en personas exitosas felices, en ello no cabe la doble moral ni los sentimientos mezquinos.
En ese análisis, encontraba la siguiente interrogante, ¿Por qué habrá excelentes profesionales que son malas personas?
Howard Gardner, respondió lo siguiente “Descubrimos que no los hay. En realidad, las malas personas no pueden ser profesionales excelentes. No llegan a serlo nunca. Tal vez tengan pericia técnica, pero no son excelentes.” Agregó, además, “Lo que hemos comprobado es que los mejores profesionales son siempre ECE: excelentes, comprometidos y éticos.”
Me atrevo a decir entonces, que todas aquellas competencias requeridas en estos tiempos como la adaptabilidad, la creatividad, la iniciativa, facilidad para la comunicación, facilidad para las relaciones interpersonales, capacidad de solucionar problemas, capacidad para trabajar en equipo, liderazgo, espíritu emprendedor, entre otros, demuestran la estrecha relación entre lo que somos y lo que practicamos en la vida diaria, no es necesario esperar que existan grandes momentos para desarrollar nuestras competencias, se debe tener en cuenta en todas las situaciones de la vida y seguramente también aumentarán las probabilidades para encontrar una buena oportunidad laboral o un mejor puesto directivo.
Hacer referencia a los pergaminos obtenidos en el transcurso de los años y la experiencia profesional versus lo humanístico, no minimiza la importancia de la primera, ni superpone el hecho que contar con valores sea más relevante que tener estudios, el enfoque tiene que ver con articular ambos aspectos, hacer una sinergia de lo que somos como personas y profesionales ya que no se pueden separar; en la casa, en el trabajo, en la empresa, con la familia, con los amigos, somos los mismos.
Finalmente, lo que nos hace humanos es que cada uno de nosotros es único. Cuando Gardner se refiere a buenas personas habla de aquellas que demuestran coherencia entre lo que dicen y hacen; las que predican con el ejemplo. Es decir, las personas que piensan y actúan de forma ética. Por eso, creer saber envejece y querer saber rejuvenece.