Una mentira mil veces repetida se convierte en verdad; el pobre idiota sujeto a los medios de comunicación se la cree, convirtiéndose en enemigo de su clase y defensor de su opresor. A lo largo de la historia, se sabe que aquel que domina los medios de comunicación,
dominará los pensamientos y las pasiones de los ciudadanos. Lo hicieron los nazis en Alemania, Joseph McCarthy en Norteamérica y en el Perú Alberto Fujimori Fujimori, entre los años 1990 a 2000.
Esto se lo sabía Paul Joseph Goebbels, el Ministro de Educación Popular y Propaganda del tercer Reich o Adolf Hitler, quien planteó los 11 principios para capturar la subjetividad de cada persona, así los nazis se adueñaron de la cultura capturando la subjetividad de los alemanes. Los medios de comunicación dominan nuestros pensamientos, ya que hablamos, actuamos y soñamos como ellos quieren que seamos “sujetos sujetados”.
Goebbels, en el sexto principio de orquestación, dice “La propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentadas una y otra vez desde diferentes perspectivas, pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas”.
Es decir, la televisión, la radio, el internet, el periódico, etc. construyen la subjetividad de cada usuario, llenándole de verdades que favorecen intereses económicos. Esas mentiras verdaderas son poderosas porque quien cree en ellas las asume como su verdad, negando las investigaciones del científico y filósofo.
Joseph McCarthy, propulsor del “macarthismo”, caracterizado por la cacería de comunistas, que asemeja la cacería de brujas de la edad media, surge como producto de la paranoia norteamericana. Este senador republicano ultraderechista, que tenía pavor a la guerra atómica y a los comunistas soviéticos, miraba con odio al otro y decía:
“La gran diferencia entre nuestro mundo cristiano occidental y el mundo comunista ateo no es política, es moral. Por ejemplo, la idea marxista de confiscar la tierra y las fábricas y administrar toda la economía como una sola empresa es trascendental”.
Una de las películas paranoicas experimentadas por el macartismo es “La invasión de los ladrones de cuerpos” (Invasion of the Body Snatchers), de 1956. ¿Qué pasaría si su amada se transforma en un marciano? En la escena final de la película ya mencionada, Becky, la amada de Kevin McCarthy (Miles), se convierte en un ser inhumano y él grita desesperadamente:
“¡Esa gente que me persigue, no son humanos! ¡Escúchenme, estamos en peligro! ¡Estamos en Peligro! ¡No queda un solo ser humano en el pueblo!… ¡Tontos! ¡Tontos! ¡Están en peligro! ¿No se dan cuenta? ¡Vienen por ustedes! ¡Vienen por todos nosotros! ¡Nuestras esposas, nuestros hijos, todos! ¡Ya están aquí! ¡Ustedes son los próximos!…”.
En el Perú, Fujimori, en contubernio con su asesor Montesinos, compró los medios de comunicación, imponiendo sus verdades. Nos entretuvo con sus periódicos chichas y programas televisivos basura; mientras saqueaban nuestro país, estábamos a gusto con mujeres desnudas, farándula y noticias que se hacían en el estudio televisivo. Los medios de comunicación nunca investigaron mucho menos informaron acerca de la corrupción que carcomía nuestra nación; jamás pertenecieron ni valoraron a los pobres, solo buscaron dominar nuestra subjetividad.
En fin, los nazis, ideologizados por los medios de comunicación, creyeron que el enemigo único era el judío, su terror fue la inteligencia del judío que podría quitarle su país; en tanto que, los norteamericanos tenían terror a la guerra atómica y al comunista, por eso hicieron con McCarthy la “caza de comunistas”. Hoy, en el Perú, se tilda a los progresistas, campesinos, docentes, obreros y todo ciudadano opositor de la política neoliberal como comunista extraterrestre, virus, inhumano y terrorista.