Un virus que es tan pequeño que solo se le puede mirar en un microscopio, ha llegado con el poder de cambiar para siempre el mundo entero, específicamente en nuestra manera de interactuar con nuestros semejantes,
y es que en medio de un encierro necesario contra el COVID-19 se está observando efectos insospechados, como el retorno a la claridad de los ríos del Perú, en los que hasta se pueden ver algunos peces, y muchas aves nadan pegadas a las playas que lucen ahora muy limpias, ellas solo recuperan espacios que les pertenecen, brindándonos un maravilloso espectáculo. La naturaleza en pleno está rozando la ciudad en el marco de un merecido descanso da la madre tierra y el medio ambiente se está dando un respiro.
⇒VEA TAMBÍEN:Nuestro organismo sabe defenderse del coronavirus
En nuestra ciudad capital el ecosistema revive gracias a la cuarentena. Antes de la pandemia Lima era declarada la horrible y caótica ciudad de ocho millones de habitantes, la de las combis y el comercio ambulatorio, la del tráfico, el claxon y la espera, que es con todo el ecosistema siniestro en el que aprendimos a sobrevivir; quizá sea por eso que no es difícil digerir imágenes como las actuales, en las que se ve a una Lima fantasma de arterias vacías sin sangre en sus venas.
En una reciente medición de la calidad de aire en la ciudad de Lima, se obtuvieron los valores más bajos del material particulado fino en el aire, los registros realizados por el SENAHMI en coordinación con el ministerio del ambiente arrojaron cifras de 35, 24 y 15 microgramos por m3 en los días 16, 17 y 18 de marzo, respectivamente. En marzo de 2018 y 2019 las cifras alcanzaron los niveles de 75 y 44 microgramos por m3 respectivamente, con mediciones hechas a la misma hora y en la misma estación de Lima Este,
vemos que hay una mejora gradual de la calidad del aire en la ciudad, acrecentada aún más con el efecto de la reducción de emisiones por la supresión de vehículos particulares y públicos. La ausencia de turistas y tráfico ha generado que calles y plazas parezcan zonas desiertas, aunque con calidad de aire, esto debido a la disminución de residuos tóxicos; y en cuanto a la contaminación sonora, Lima ha descubierto que cuando los cláxones callan, los sonidos de la naturaleza hablan a través de un zumbido de una abeja o del ladrido de un can.
Los satélites de observación de contaminación de la NASA y la Agencia Espacial Europea (ESA) han detectado disminuciones significativas en el dióxido de nitrógeno (NO2) un gas nocivo emitido por vehículos automotores, plantas de energía e instalaciones industriales. Es evidente que el cambio está relacionado con la desaceleración económica que siguió al brote del coronavirus. Esta es la otra cara del coronavirus que ha impactado positivamente en el medio ambiente, tras la paralización parcial de la actividad productiva. Este coronavirus ha contribuido a mejorar el medio ambiente, pero a un costo muy alto, se está llevando mucha gente.