Nuestra obesidad es una enfermedad crónica provocada por muchos factores y que ha alcanzado proporciones epidémicas a nivel mundial, con serias secuelas sociales y psicológicas.
Las patologías físicas que hacen que los gordos seamos vulnerables a formas severas de la COVID-19 comienzan con una explicación mecánica, ya que la grasa presente en nuestro abdomen empuja el diafragma hacia arriba, limitando el flujo de aire al apretar este músculo que separa el abdomen de la cavidad torácica, empeorando así la oxigenación de la sangre.
Un fuerte elemento de riesgo también está representado por el hecho de que la sangre de los obesos tiene una mayor tendencia a coagularse. El sobrepeso también ocasiona que el sistema inmunológico sea menos eficiente con la posibilidad de que la respuesta a la vacuna no sea muy satisfactoria.
Además de la capacidad reducida para combatir infecciones, los gordos sufrimos de inflamación crónica causada por el aumento de la producción de citoquinas (también denominadas citocinas, que son proteínas que regulan la función de las células que las producen sobre otros tipos celulares) por los tejidos adiposos, un mecanismo que puede resultar muy peligroso frente a un virus como el SARS-CoV-2 donde el elemento inflamatorio tiene una peligrosa intervención.
Entre las razones que hacen de nuestra gordura un factor de riesgo para el desarrollo de formas graves de Covid-19, se tiene que nuestro gordo cuerpo reacciona de una forma más intensa ante la inflamación provocada por el coronavirus, y que ese exceso es lo que provoca el colapso del alveolo pulmonar, además, los gordos tenemos el espacio intratorácico menor al de una persona con peso regular, lo que ocasiona que nuestro pulmón no se expanda correctamente, provocando una mala ventilación y una reducción considerable en nuestra saturación, por esta razón este órgano es el que más se inflama.
La obesidad es una comorbilidad que determina dos situaciones: La primera es que un fuerte exceso de peso está ligado a la menor capacidad de desarrollar una respuesta del sistema inmunitario adaptativo, es decir, anticuerpos y linfocitos T específicos contra antígenos externos, como los virus.
La segunda situación es que la obesidad representa una condición de pre-inflamación, porque las hormonas inmunológicas denominadas citocinas inflamatorias están presentes en cantidades mucho mayores entre los obesos que en sujetos no obesos, y la inflamación está muy ligada a la coagulación.
El sobrepeso aumenta las probabilidades de promover la coagulación sanguínea, por ende, coágulos sanguíneos peligrosos entre los pulmones de los pacientes con COVID-19, una complicación que puede ser la base del desenlace fatal de la enfermedad.
En estos últimos meses, uno de los mayores avances que se ha logrado en el tratamiento de esta enfermedad ha sido descubrir que, en realidad lo que estaba sucediendo era una activación de la coagulación, de igual manera se ha comprendido el efecto pro-trombótico del virus y las implicaciones inflamatorias. Entender estos mecanismos está permitiendo hoy salvar a muchas personas, incluso de edad avanzada, y es algo que lamentablemente no se comprendió a inicios de la pandemia.
Correcto, estimado Doctor Rene Hinojosa, lo recomendable bajo estudios médicos, tenemos que controlar nuestro peso, para no sufrir de sobrepeso, por que estaríamos propenso a sufrir incluso para cardíacos y otras enfermedades que nos causaría la muerte.
Lo felicito sus análisis en el contexto de su tema.
Efectivamente, los que tienen una obesidad tienen una desventaja para la lucha contra la Covid19, por ello se encuentra clasificado dentro del grupo de riesgo establecido por el Minsa. Es un mal que no sólo es vulnerable para la Cobvid19 sino, para otras enfermedades infectocontagiosas y otros. Felicitaciones por el artículo Dr. Rene Hinojosa