Hola, buenos días, buenas tardes y buenas noches, así dice el protagonista de la película Show de Truman (1998); en filosofía y aquí no hay tiempo, hoy es martes, aunque no lo es, así de simple y así de complejo es la filosofía que cuestiona todo.
Pienso, luego existo. Si no tienes pensamiento autónomo no has existido, por eso será que pensar es hacer filosofía y si no se duda es porque es dogma. El gran salto del teocentrismo (Dios es el centro de todo) medieval al antropocentrismo (el hombre es el centro de todo) moderno es un acto de soberbia del hombre moderno, el cual es rebelde porque desacraliza y escupe a todo lo sagrado.
El fuego de los dioses, entregado por el titán Prometeo, sigue ardiendo en los hombres y por eso se crearon pinturas como El hombre de Vitruvio (1490) dibujada por Leonardo da Vinci, La creación de Adán (1511) diseñada por Miguel Ángel y Las meninas (1656) plasmada por Diego Velázquez; asimismo, se incursionó en las ciencias con la teoría heliocéntrica desarrollada por Nicolás Copérnico, además de las tres leyes del movimiento de los planetas en sus órbitas descritas en los años 1609 hasta 1619 por Johannes Kepler.
La subjetividad moderna es un invento del narcisismo europeo que nace con el renacimiento, se desarrolla con la reforma luterana y triunfa en la revolución francesa con la clase social burguesa. La modernidad se define como “Yo pienso, luego existo”; así, en filosofía, con El discurso del método (1637) de René Descartes, nace la subjetividad humana. El hombre es el subjectum que reemplaza al griego hipokéimenon; ahora el hombre es Dios y dueño de la historia y de todo lo real, se rebela contra todo sentido común de esa época.
En el mundo feudal el fundamento es Dios, con Descartes la certeza está en cada uno de los sujetos que habitan el mundo, ese fundamento es el “Yo”; es decir, cada hombre tiene su pensamiento autónomo con el cual busca la verdad, así puede cuestionar todo con la duda, incluso la autoridad divina y la fe. El subjectum es el ego cogito, tal como dice Heidegger “el mundo se convierte en imagen y el hombre en subjectum”; es decir, el mundo es la representación de la subjetividad del hombre.
Entonces, el hombre es el dueño y señor de sí mismo, de la naturaleza, de la historia. Con su subjetividad domina y arrasa la naturaleza, no hay Dios quien lo detenga porque está fuera de la centralidad y ahí lo puso Descartes.
Por otro lado, la historia muestra que se puede someter el cuerpo de otros porque nadie debe gobernar en nombre de lo divino, esa es la razón por la que decapitaron al rey Luis XVI, así lo harán con los de la periferia (latinoamericanos) porque para ellos no tenemos la subjetividad y el que no la tiene es considerado muy cercano a los animales. Pensar es dudar y dudar es pensar. Dudemos y cuestionemos de nuestra fe y del poder que nos somete.
En fin, hoy, el cogito o la subjetividad moderna de Descartes es más poderosa y su moral está igualada al horror. Todo lo que nos da el poder es falso, solo nos queda dudar de todo. Yo pienso, yo existo. Este hombre racional está más centralizado y su poder son sus armas nucleares. Lo que debemos hacer es superar la subjetividad moderna a través del trabajo intelectual. Digamos como Descartes “Somos una cosa que piensa”.