Se trata, para bien o para mal, de una consecuencia racional del análisis de su situación de vida que no ha mejorado en nada. Lo que es peor aún, que nadie ha intentado mejorar luego de ese gran ensayo económico-social que fue la reforma agraria.
Considerar la presencia de Pedro Castillo en la segunda vuelta electoral como el fenómeno del “outsider” o sencillamente como el acontecimiento que “nadie vio venir” es un error que pueden cometer diarios extranjeros y cierta población en las regiones costeras, sobre todo Lima. Pero no aquellos que hemos estado preocupados en que las mejoras económicas lleguen a todos o a la mayor cantidad población posible.
El error se vuelve insulto en las redes sociales, cuando se critica el aparente sinsentido de elegir un candidato cuyo discurso atenta contra las reglas jurídicas de la democracia. Como algún periodista hizo antes, se cree que “los andes” es una misma masa homogénea de personas a sombrero que trabajan la tierra a alturas en que el oxígeno escasea y que apenas tienen educación. Esa debe ser la causa para elegir, dicen las redes, a un candidato que expresamente amenaza con convertir a Perú en Venezuela.
Es un error de ignorancia y un insulto, porque Pedro Castillo no apareció de “la nada”. La elección de este candidato tan resistido y que genera miedo en muchos sectores de la población, incluso en algunos que comulgan con ideas de izquierda, se debe, sin lugar a dudas a una decisión racional e histórica de la población.
Consideremos los años de la migración interna entre 1960 y 1990. La irrupción de “los andes” en la Lima de entonces generó problemas sociales graves que se sumaron al flagelo de terrorismo. Claro, pero los problemas sociales graves parecen, racionalmente, una mejor situación de vida que morir a manos de soldados o de miembros de Sendero Luminoso.
Lo que decidieron muchos hombres y mujeres es que debían llevar a los hijos pequeños y aquellos por nacer hacia las orillas del desarrollo, en ciudades donde realmente se podría ofrecer algo llamado educación y hablar verdaderamente de oportunidades.
Una evaluación racional de esta naturaleza es la que ha acontecido en estas elecciones. No se trata de que gran cantidad de la población sostenga mentirosamente que Venezuela es un paraíso democrático; o que todos los electores de Castillo son pro-terroristas; o peor aún que todos ellos son, necesariamente, parásitos empobrecidos que solo quieren recibir programas sociales del Estado.
No se trata, para bien o para mal, de una consecuencia racional del análisis de su situación de vida que no ha mejorado en nada. Lo que es peor aún, que nadie ha intentado mejorar luego de ese gran ensayo económico-social que fue la reforma agraria.
Y, aunque le pese al discurso del emprendedurismo que cree que los individuos se hacen a sí mismos, se trata de una conciencia que asume que el cambio no es solo personal o individual sino que requiere de condiciones estructurales nuevas. Entonces, han optado por iniciar con el cambio del panorama político con lo que había para elegir.
No quiero evaluar ahora si acaso Pedro Castillo representa o no la mejor opción de cambio para los modelos de gobierno actuales. Pero está claro que un gran sector de la población asume que para su situación de desgracia social y económica es mejor que la realidad se mueva, frene a una garantía de cinco años en que otra vez allí, en esa ficción llamada “los Andes” no pasará nada.