Érase una vez, los revolucionarios que se autoproclamaban un buró intelectual o la vanguardia política, aquellos que gritaban a viva voz ¡soy parte de la solución y no del problema! Hoy, son padre modelo, exitoso y feliz, moralista, mercader y patriota.
Uno de ellos, existencialista de la vertiente de Albert Camus y Sartre, veía al mundo sin sentido como se plantea en el mito de Sísifo; hablaba del absurdo de la vida, pregonando el suicidio como su filosofía. Sin embargo, llegados los 50 años, aquel que esperaba con anhelo el día de su último suspiro y planificaba suicidarse, ya encontró el sentido de la vida a través de los viajes familiares y es padre modelo ¡Tal vez ya no quiere morir!
Otro, quien profesaba la filosofía de Sócrates y de Platón, el cual en sus enseñanzas aplica el método socrático (la ironía y la mayéutica). La ironía que consiste en el reconocimiento de la propia ignorancia y, la mayéutica que es el arte de ayudar “a dar a luz”, hacer surgir el nuevo conocimiento. Por ende, aducía que había sacado a sus seguidores de la caverna, siendo uno de ellos el «Señor Cartero». Hoy vive feliz y goza de una bonita relación, según su cuenta de Facebook.
Aquel seguidor de los filósofos perros (los cínicos) está desaparecido en acción, pero en su oportunidad refirió a Diógenes de Sinope: “Golpea, que no encontrarás un palo tan duro con el que alejarme de ti, mientras tus palabras puedan revelarme algo”. Del mismo modo, se humilló ante un mortal diciendo “Maestro, usted es muy humano”.
Por otro lado, existieron los ateos que manifiestan el nihilismo de Nietzsche “Dios ha muerto” y “La religión es opio del pueblo”. Estos pobres mortales tuvieron tanto miedo a la nada o tal vez a la muerte, por eso aceptaron ser bautizados para llegar al altar, ahora merecerán la salvación y la vida eterna.
Otro, que profesó las enseñanzas de Marx, el cual buscaba la transformación de la sociedad injusta a una justa. Asimismo, pregonaba el número 11 de la Tesis sobre Feuerbach, diciendo: “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”. Este marxista dogmático hoy es mercader, emprendedor y patriota (camina con su escarapela); aunque los proletarios no tienen patria.
Por lo tanto, los revolucionarios terminaron siendo absorbidos por la presión social, familiar y moral. Ahora, ¿quién escribirá con las letras doradas y dirigirá el tren de la historia? Nadie se atreverá a poner el cascabel al gato. Hoy la influencia de los medios de comunicación es poderosa y la economía hace política. Hoy nadie se indigna con la injusticia social, económica y política, tal vez no hemos entendido a Marx “Hay que hacer la ignominia más ignominiosa, publicándola”; es decir, si existe el hambre se debe dar conciencia del hambre.
En fin, el fracaso de cada generación es visible porque los amos del mundo hicieron la revolución. Sartre se equivocó creyendo que la revolución socialista era inevitable, ya que en el prólogo del libro Los condenados de la tierra, de Frantz Fanon, dice: “La descolonización está en camino; lo único que pueden intentar nuestros mercenarios es retrasar su realización”. En el pesimismo está el optimismo.
Una triste realidad de los intelectuales de estos días. Han sido absorbidos y devorados por su entrono.