“Pues la fuerza es justa cuando es necesaria”. “El fin justifica los medios”. (Maquiavelo) En su obra El príncipe, diferencia la política de la moral y de la religión, despojando al Estado de toda dependencia espiritual; el Estado se concibe laico, entrando las bases de una Teoría Política autónoma.
Esta obra, que consta de veintiséis capítulos, comienza presentando las diversas formas de Estados, ya sean principados o repúblicas, y cómo debe actuar un príncipe si quiere permanecer en el poder, sobre todo si el principado es de reciente adquisición; por lo tanto, el soberano necesita ganarse la voluntad de sus súbditos o deshacerse de ellos.
Presenta así a César Borgia como un príncipe modelo, ya que ha logrado mantener los territorios que obtuviera de su padre, el Papa Alejandro VI, mediante su dinamismo y la adopción de la fuerza y el fraude: “A cualquiera, pues, que juzgue serle necesario en un señorío nuevo asegurarse de la fe de sus enemigos , adquirir partidarios, vencer por la fuerza o por la astucia, hacerse amar y temer de los pueblos, hacerse seguir y respetar por el soldado, destruir a todos los que pudieren o debieren causarle daño, sustituir leyes nuevas a las antiguas, ser a tiempo severo y agradable, magnánimo y liberal; deshacerse de una milicia en la cual no tuviera confianza y formar otra fiel, conservar la amistad de los príncipes y de los reyes de modo que deseen hacerle bien y teman tenerle por contrario”.
La relevancia del ejército se valora: “El arte de la guerra es el estudio a que deben dedicarse principalmente los príncipes, por ser propiamente la ciencia de los gobiernan. Por haberse aventajado en este estudio, han subido muchas veces los simples particulares a la dignidad suprema, al paso que otras cayeron de la altura: los soberanos por entregarse a la milicia y el reposo. Ciertamente, consiste la pérdida de los Estados en el desprecio de un arte tan importante, y en su cultivo de adquisición de otros nuevos, así como estable y pacifica posesión de los adquiridos”. (Maquiavelo, 2006, p.140)
Más adelante muestra las características del gobernante, y cómo tiene mayor importancia mantenerse en el poder que poseer una virtuosa reputación. Así “El príncipe, pues deberá actuar con la astucia de la zorra y la violencia del león, porque hay dos modos de defenderse: con las leyes o con la fuerza. El primero es propio de los hombres, pero el segundo, común a las bestias”.
Fazio Fernández, Mariano (2006, p.30), menciona el pensamiento de Maquiavelo: “El fin último del príncipe debe ser la conservación del poder político. Para hacer esto hay que conocer las pasiones humanas y jugar con ellas. Todo medio que permita el mantenimiento del poder llega a ser, desde esta perspectiva pragmática, lícito. La política goza de una autonomía particular, donde las reglas de la moral natural y las verdades de la religión revelada dejan de ser absolutas, para convertirse en medios para la conservación del Estado, …, con la fuerza del poder político”.
Al respecto, Chevalier (1981, p.33-34), plantea que “Rousseau, en su obra Contrato social, propone una explicación tan brillante como falsa: Maquiavelo habría escrito El príncipe con simulación, para informar y poner en guardia a los pueblos, descubriéndose los espantosos secretos de la conducta de los tiranos; nada manifestaría mejor esta “intención secreta” que la elección de su “execrable héroe”, César Borgia.
Así, Maquiavelo, “fingiendo dar lecciones a los reyes, se las dio muy grandes a los pueblos”, y su libro es “el libro de los republicanos”. Se ve cómo se preparaba para el secretario florentino un cambio de vertiente: “de la infamia a la gloria”.
Dividido la política en un juego de voluntades individuales, en un arte de calcular. Maquiavelo, como él mismo nos dijo en la preciosa carta a Vettori, se propuso investigar cuál es la esencia de los principados, de cuántas clases los hay, cómo se adquieren, cómo se mantienen y por qué se pierden.