En todo el país se advierte de la riqueza y variedad de lugares turísticos; la costa, la sierra y la selva presentan mediante sus características particulares, a destinos que han podido posicionarse en un largo proceso o por una abrupta promoción en los medios digitales que ahora existen, lo que es cierto, es que Perú es una marca que suena, que vibra, que se siente en espacios que denominan candidatos para categorías relacionadas al sector turístico en el mundo, no es en vano, que por muchos años consecutivos el país ha sido acreedor de varios títulos, que hasta ahora han servido para continuar el proceso de crecimiento que después de una ola de pandemia dramática se tiene la intención de restablecer y mejorar de forma óptima.
Es alentador saber que el panorama promete, que las oportunidades muestran potencialidad, aun así, se debe plantear decisiones más radicales, más concretas, más reales, de mayor sinergia, el turismo es una de las actividades que amerita un trabajo en conjunto ya que los resultados siempre benefician a toda la cadena de valor de los involucrados, esa es la clave fundamental, es una fórmula que funciona y que todas las herramientas de gestión en turismo han aplicado, puede parecer redundante para algunos perspectivas, lo cierto es que cuando entiendes el funcionamiento del sistema en sí, se puede dar cuenta del antes, durante y después de lo que significa apostar por el desarrollo turístico de una localidad.
Es en ese punto, que se necesita de dirigir presupuesto para invertir en proyectos turísticos, tenemos hasta ahora expresiones bastante evidentes que dirigir montos importantes en mejorar las condiciones para una oferta turística más competitiva, como el caso del teleférico en Kuélap, de los museos interpretativos como Tumbas Reales, proyectos especiales como Chan Chan, Huaca del Sol y la Luna, Chavín de Huántar, Señor de Sipán, en proceso el proyecto de Choquequirao, el acondicionamiento de senderos para sitios naturales como la cascada del Ahuashiyacu, el de Velo de Novia, capacitaciones en mejorar la atención al cliente en rubros como la alojamiento, la alimentación, las agencias de viajes entre otros. Todas ellas con sus propios matices y colaboraciones, que demuestran la capacidad de convertir espacios potenciales a objetivos reales. Por ahora, seguimos en la misma disyuntiva de muchos años, nuestros entes públicos no deciden destinar inversiones resaltantes para aportar en las condiciones que tienen muchos de sus recursos turísticos, que inclusive con altas demandas se toman mucho tiempo en decidir si el sector es “bueno”, a ello se sumaría el hecho que se desconoce del propio término, de su alcance y hasta de la importancia de los profesionales en el área, es allí, donde hay espacio para reflexionar, para replantear, para convocar, para solicitar aportes, el trabajo sigue siendo de todos, de participar de forma más consciente y activa, de invitar siempre a la población local porque finalmente son ellos los que tendrán la opción de mejorar su calidad de vida al tener mayores ingresos para su hogar, no dejemos de lado que todos los proyectos sobe todo públicos deben buscar constantemente, mejorar la calidad de vida de una forma integral.
Entonces, invertir en turismo no es “un haber que pasa”, sino la decisión firme que conlleva a un camino de transformación local y consolidación de la identidad es un aliado infaltable.