La inmunosenescencia es un fenómeno irreversible y describe el envejecimiento biológico del sistema inmunológico, que se asocia con una disminución progresiva de la inmunidad innata (1) y adaptativa, una mala respuesta a la vacunación y una mayor prevalencia de cáncer, infecciones y enfermedades autoinmunes y crónicas.
Por tanto, los patógenos encuentran una menor resistencia en las personas de la tercera edad, que están más expuestos a la infección y más frágiles a sus efectos. Sin embargo, muchos estudios muestran que una dieta equilibrada puede ralentizar y contrarrestar este proceso, ya que el estado nutricional tiene una profunda influencia en la resistencia a las infecciones: si en los países en desarrollo son los niños desnutridos los que tienen un sistema inmunológico debilitado, en los países desarrollados es principalmente un problema para las personas mayores. De hecho, la dieta del anciano corre el riesgo de ser desequilibrada debido a numerosos factores: edéntulos (falta de dientes), percepción alterada del gusto, sensación alterada de hambre y saciedad, estilo de vida sedentario, múltiples terapias farmacológicas, cambios en la función digestiva, estreñimiento obstinado, conjuntamente con estrés y depresión.
La resistencia a las infecciones a menudo se asocia con la ingesta de micronutrientes como las vitaminas C y D, los minerales como zinc y hierro, en el marco de una estrategia de restauración que es una de las 3Rs del rejuvenecimiento, siendo las otras dos el reemplazo y la reprogramación; en un intento de lograr el rejuvenecimiento del sistema inmune que puede ayudar a mejorar la calidad de vida en los adultos mayores (2); aunque hay muchos estudios sobre un solo nutriente; sin embargo, no debemos centrarnos en el único nutriente sino en el efecto general de la dieta, por lo tanto, una nutrición adecuada puede ayudar a contrarrestar la inmunosenescencia.
Es importante adicionar que, una disminución en la diversidad de composición de la microbiota intestinal (la flora que coloniza el intestino) en los ancianos, particularmente una abundancia reducida de especies que producen butirato_ un potente agente antiinflamatorio_ se asocia con un mayor riesgo de susceptibilidad a las infecciones. La disminución de abundancia de microbiota intestinal se debe a una dieta poco diversificada y monótona, en la mayoría de los casos.
Es recomendable consumir mucha verdura fresca, rica en vitaminas y antioxidantes, como tomates, espinacas, verduras de hoja verde, pimientos, berenjenas, y en invierno las frutas de temporada como cítricos y frutos rojos, de igual modo consumir frutos secos como almendras y nueces, que además de garantizar la parte justa de grasas saludables, son antiinflamatorios y buenos para el corazón. Las nueces y las almendras contienen vitamina E, ácidos grasos omega3 y sales minerales.
De igual modo, los granos integrales y aceite de oliva virgen extra para aderezo. Evitar azúcares simples, margarinas, frituras en general, carnes rojas sobre todo las procesadas (como salchichas y carnes enlatadas) y bebidas carbonatadas azucaradas o jugos con azúcares agregados. Esta dieta mediterránea sigue siendo el mejor modelo dietético para controlar la inflamación y reducir, al menos en parte, sus consecuencias (3).
Referencias
- Barrera et al. (2017). Inmunosenescencia. Med Int Méx., 33(5),696-704.
- Suárez, G. y Saavedra, D. (2018). Manipulación de la inmunosenescencia. Revista Cubana de Hematol, Inmunol y Hemoterapia, 34(1),33-41.
- Areces, A. (2020). Efectos biológicos y relevancia clínica de la inmunosenescencia. Rev 16 de Abril, 59 (277), e740.