Hitler, nació un 20 de abril de 1889 en un pueblo austríaco de Braunauarm-Inn, cercano a la frontera bávara, es un gran político del nacional-socialismo o nazismo, este partido político fue fundado en Alemania en 1923.
El Partido Obrero Nacional Socialista Alemán defendía una concepción totalitaria del Estado, la dirección e intervención de este en la economía y el poder absoluto del Führer. Se afirmaba la supremacía de la raza aria, de allí su antisemitismo. La actitud militarmente agresiva en la conquista del espacio vital alemán (lebensraum), a través de la invasión de otros territorios, llevó al estallido de la Segunda Guerra Mundial.
El Mein Kampf (Mi lucha) es el libro en el que expone su doctrina racista tomando diversos elementos de la tradición alemana como: nacionalismo, xenofobia, pangermanismo, superioridad de los arios, aspiración a un “cristianismo alemán” neopagano y a un “socialismo alemán”, culto a las fuerzas de la naturaleza, mito del superhombre, etc.
Hitler (2006: 35) manifiesta “Un decreto bien hecho del destino me hizo nacer en Braumau, sobre el Rhin. Esa pequeña ciudad se encuentra en la frontera de esos dos Estados alemanes cuya reunión nos parecía, a nosotros, obra de la joven generación, que era la obra que deberíamos realizar por todos los medios posibles.
La Austria alemana debería volver a la gran madre patria alemana… los hombres de una misma sangre deben pertenecer al mismo Reich. Por eso la pequeña ciudad fronteriza de Braumau, se me mostraba como el símbolo de una gran misión”.
Por otro lado, comienza su obra Mein Kampf planteando que: “Una de las premisas más esenciales para la formación de las culturas superiores es la existencia de hombres inferiores…; es indudable que la primera cultura de la humanidad no se debió tanto a la domesticación de los animales como al empleo de hombres inferiores” (2006: 145).
Asimismo (Hitler, 2006: 179), repite las ideas: “Todas las grandes civilizaciones del pasado cayeron en decadencia, porque la raza original creativa murió, como resultado de la contaminación de la sangre”.
“(…). Es deber del Estado racista reparar los daños ocasionados en este orden. Tiene que comenzar por hacer de la cuestión de la raza el punto central de la vida general; tiene que velar por la conservación de su pureza y tiene que consagrar al niño como el bien más preciado de su pueblo. Está obligado a cuidar que sólo los individuos sanos tengan descendencia”.
Acotando que, “En política triunfa sólo el que es brutal e intolerante; la masa tiene horror a los débiles y a los tibios; la masa se somete a los fuertes, al hombre entero, fanático, que infunde miedo y terror”.
Por otro lado, Hitler sintió hacía los judíos un odio muy especial, quiso tratarlos no solo como raza inferior sino también como contra-raza portadora de todo el mal y de todo lo horrendo de este mundo, dando a conocer que: “El Estado no es un fin en sí mismo sino un medio. El Estado condiciona el desarrollo de una civilización humana superior, pero no es la causa directa. Aquélla reside esencialmente en la existencia de una raza apta para la civilización” (2006: 177).
En fin, Hitler es un apasionado al odio del Otro, las afirmaciones que afirmó son: “Las revoluciones profundas, de largo curso y huella duradera; no la hacen escritores, sino oradores”; también, reafirma contundentemente: “Conmigo se va la última esperanza del mundo, las democracias occidentales son decadentes, el comunismo, con gobiernos más autoritarios, a la larga, acabará conquistando el mundo”.