Nuestro país que, desde el mes de marzo, es afectado por la presencia de la pandemia que, minuto a minuto, se va propagando en la población, ahora está situado en medio de una tormenta inmensa que va ocasionando gran malestar entre la ciudadanía.
Parece una quimera, pero se vuelve a repetir la historia de los famosos audios que comprometen, una vez más, al mandatario de nuestra nación, cuyo círculo cercano e íntimo, al parecer, le dio un golpe certero por la espalda, sin medir las consecuencias de esta cruel traición. Este suceso se viene ya difundiendo a nivel mundial, lo cual va agravando la situación de la población peruana.
De modo que, se puede manifestar que la crisis en nuestro país se va agravando, conforme pasa el tiempo; sin embargo, lo que más intriga ocasiona es oír que nuestros políticos han estado participando en actos de corrupción, aún a sabiendas de la grave situación económica y social por la que atraviesa nuestra nación.
La pandemia de la corrupción va acompañando, desinteresadamente, cual amigo íntimo y fiel, a nuestro enemigo mortal que va rondando, a cada momento. Ello acrecienta la inestabilidad económica; es decir, surgen más problemas, justo cuando el país está ensimismado en controlar el coronavirus y reactivar su perjudicada economía.
Los difíciles rumbos de nuestro país se estremecen, otra vez, a siete meses de las nuevas elecciones generales, no hallando una respuesta eficaz que pudiera explicar mejor lo que va sucediendo, puesto que, a la crisis sanitaria y económica, ahora se suma la crisis política.
Por tanto, el escenario escandaloso, observado en el país, asume el reinado de la incertidumbre para las elecciones del próximo año, ya que bajo estas circunstancias no será fácil que la población confíe su voto en los políticos que, a pesar de la situación, solo van buscando satisfacer sus intereses personales y de grupo político, no importando el caos que vienen ocasionando en el Perú.
Todo indica que nuestro país se localiza en el ojo de la tormenta, rodando de crisis en crisis. Una circunstancia de nunca acabar, percibiéndose una situación incierta de recuperación económica y generación de empleo.
Por otro lado, el contexto actual manifiesta que los signos de la lucha anticorrupción que el presidente Vizcarra había pregonado, desde su ascenso al gobierno, van quedando por los suelos, puesto que la corrupción parece otro virus inmune a las circunstancias; es decir, los actos delictivos nos indican que se va olvidando que, bajo las condiciones a las cuales nos enfrentamos, el objetivo principal es la vida.
Del mismo modo, la estrategia anticorrupción, ahora malherida, va poniendo en duda la reputación política de Vizcarra, aún más con la detención de personas que formaron parte de su círculo más cercano, las cuales son investigadas por supuestamente intentar ocultar evidencias y contactarse con otros implicados con la intención de obstruir el proceso. Aquello se demuestra tras estallar el escándalo de los contratos de Cisneros.
En fin, el Perú se halla afrontando una gran crisis que va incrementando la inestabilidad y poniendo en peligro la reactivación económica del país y, por ende, atentando contra el bienestar de los peruanos.