En este mes patrio izamos nuestra bicolor a media asta, para dejar en la cúspide la bandera invisible de la muerte, en señal de tristeza y luto.
Adolecer el fallecimiento inesperado de un ser querido por COVID-19, es una tragedia que nadie quisiera pasar; no despedirse, ni estar presente en su lecho de muerte, genera sentimientos de ira, aflicción y resentimiento. Ver noticias de incremento de contagios, produce depresión. Esto acompañado de bolsillos vacíos, por pérdida de trabajo o por quiebre de negocios, es insufrible.
Nuestro querido Perú pasa por una crisis generalizada, aflorando males que se fueron gestando a lo largo de los años; en salud, carencia de hospitales, personal sin remuneración o mal pagada, compra deficiente de equipos médicos, robo en la adquisición de bienes, falta de equipos de protección, literalmente estamos en UCI.
La distribución ínfima del 3,8% del PBI al sector educación, ahora le cuesta a nuestro país. Maestros con remuneraciones insignificantes, sin apoyo mínimo para el dictado de clases online; estudiantes, quienes con su esfuerzo y mucho sacrificio luchan por no perder el año escolar, sin contar con radio, televisor, celulares inteligentes, laptop, mucho menos conexión a internet.
La reciente designación del “pituco” Martín Ruggiero como Ministro de Trabajo, personaje petulante y sin experiencia, salido de una burbuja de cristal, que “representa” y “lleva la voz” de la clase obrera, de todas las sangres, en especial la de los cholos, pero no la de los cholos de “mierda”; así como él, una lista interminable.
Esta es una lucha contra dos virus mortales, una el COVID-19 y la otra la corrupción, la primera resquebraja nuestra salud, y la otra produce hambre y miseria, un costo social muy alto; millones y millones de soles distribuidos para la compra de bienes, prestación de servicios y ejecución de obras, todo para contrarrestar las dolencias de la pandemia ¡Corrupción! a diestra y siniestra.
Arguedas hace realidad sus pensamientos, el hombre caerá en un individualismo agresivo, que solo impulsa a la humanidad a su destrucción, la solución es la fraternidad humana, la que hará posible la grandeza, no solamente del Perú sino de la humanidad, tenemos que practicarla como si fuera una orden, un sistema o una tradición.
Sobre los hombros de la clase trabajadora, pesa la más dura responsabilidad de repuntar la económica; la revolución es una acción colectiva, que debe concretarse, para impedir al miserable y ladrón llegar al poder, solo falta una comprensión sencilla y clara de la situación, involucrarnos como ciudadanos que deciden los destinos de nuestro país; dejar de ser invisibles y hacernos sentir, esa es la idea.
En esta ocasión no habrá celebraciones, debemos reflexionar y reconocer nuestra fortaleza, avivar nuestra esperanza; como aquel poema de Jorge “Cumpa” Donayre; ha llegado el momento, a pesar de toda esta desgracia y fatalidad; repicaremos desde el fondo de nuestros huesos, el grito poderoso de los hombres de esta tierra, cargada de coraje y de optimismo para decir; como si arrojáramos balas: ¡Viva el Perú Carajo!¡Viva el Perú Carajo! ¡Viva el Perú Carajo! ¡Viva el Perú Carajo! ¡Viva el Perú Carajoooooooo!