El mes de marzo es crucial para las familias peruanas en general; porque se inicia la temporada escolar a nivel nacional incluyendo la educación superior en sus diferentes modalidades. El pedido de útiles escolares, dependiendo de cada Institución Educativa o profesor del curso, es astronómico y afecta la caótica economía familiar. Los padres se encuentran en la encrucijada de adquirir toda la lista escolar; a la vez que se sienten aliviados de deshacerse de sus hijos durante la semana de travesuras caseras que irán a partirle el alma al profesor del aula. Los maestros supuestamente regresan con nuevos aires, nuevas metodologías, nuevos chistes, nuevos apodos a su lugar de trabajo; después de haber estado enclaustrados en sus casas durante sesenta días debido a la crisis política que atraviesa el Perú.
El tío Vladimir Ilich Ulianov, con su apodito de Lenin, estaba bastante seguro de la situación del ser humano social que encerraba con su frase lapidaria: «salvo el poder, todo es ilusión»; pues sí, el poder reside en las autoridades políticas, directores de instituciones educativas, rectores, jefes con sus jerarquías del aparato estructural del funcionamiento del poder. Ellos, los que ejercen el poder, siempre anhelan que sus empleados se alineen al son rítmico de una melodía apacible. En esta necesidad de ser halagados por sus empleados, aparecen los ungidos de la tercera venida de Jesús, que ocupan la sección de franeleros en llevarse lo mejor posible con la autoridad. Para obtener el máximo beneficio; porque en el poder se permiten y congracian muchas cosas, estos franeleros ya no saben echar flores, incienso, babas y sobreexcitación a sus autoridades.
Por otro lado, estas autoridades dan ciertas prerrogativas a sus caprichosos requerimientos para faltar al trabajo cuando quieran con la pretensión de ayudar a la gestión. Contribuyen a su magnífica y revolucionaria idea de mejora institucional, dejando «tolaca» de ideas al señor Lenin de su lapidaria frase: «salvo el poder, todo es ilusión». Los franeleros se dedican a hacer creer a las autoridades que su gestión es la mejor; mientras se creen esta farsa, los dandis de la gestión pública alucinan. Recursos humanos, oficina de personal, control de asistencia es una franela para el adulador; porque el franelero sale cantando la canción: «El amor aparece y desaparece» de Armonía 10. Los que no saben franelear se muerden la lengua para no mentarse la madre, cierran los ojos para no llorar y hacen como que no saben, porque le piden al Espíritu Santo que derrame sus maldiciones.
Los "franeleros" o aquellos "ungidos de la tercera venida de Jesús" en gran parte son aquellos empleados del sector público y privado que han perdido toda esperanza de lograr el estatus del conocimiento o simplemente [se según la biología evolutiva] son los menos eficaces en el trabajo. Por ende, no tienen otra opción que "franelear"...