El problema principal proviene de los dogmas organizacionales en poder definir las estrategias que marquen una ruta, en la cual se ciña las esperanzas hacia la consecución de los objetivos y metas.
Para lograr resultados a menudo surge divergencias a través de las creencias organizacionales en la que el desarrollo de las estrategias debe ser separado con claridad de la implantación de la estrategia. Teniendo en cuenta que la formulación se da en los niveles altos de la organización, en cambio la implantación se da en la parte operativa o en la base donde se implantan las estrategias convertidas en acciones.
En términos coloquiales, para que funcione esta separación deba cumplir dos condiciones: primera, que el formulador disponga la suficiente información y segunda, que el mundo se inmovilice durante la implantación o al menos que los cambios sean predecibles a fin de no incurrir en lo posterior en la reformulación.
Entonces, en circunstancias donde todo es dinámico y de cambio, constantemente las organizaciones requieren plantear estrategias nuevas, es evidente que toda imprevisibilidad contraerá carencia de información inmediata que le permita al formulador tener todos los elementos de juicio para plantear estrategias sólidas y en contraparte, también resultará muy difícil tener sentido de circunscribirse a la implantación de la estrategia, toda vez, que la estrategia no refleja a los cambios que ocurren en su entorno.
No obstante, esto conlleva destruir la dicotomía, precisamente cuando la estrategia deba ser cambiada, esto se logra entendiendo lo siguiente: primero que el formulador implanta, es decir que el poder este concentrado en los altos niveles, no solo para generar estrategias, sino asimismo para implantarlas paso a paso y de manera personalizada.
En donde el estratega entra en contacto cercano y personal con la situación que se presenta, de tal manera que esté debidamente informado y a la vez permita controlar la implantación durante el proceso, posteriormente tenga a bien reformular éstas en caso fuera necesario.
Por otro lado, los implantadores formulan, es decir que el poder está concentrado en la parte operativa o en la base, donde se muestra la información en el día a día. En donde las personas realizan acciones individuales al estar en contacto directo con las diversas situaciones que se generan, como en el caso de abordar a clientes nuevos y desarrollar productos u otras inherentes, que al final esto genera un patrón en la que surgirán las estrategias a partir de ellas.
Entonces, sustenta el hecho que dé en la parte operativa se gesta innovaciones, donde fluyen las iniciativas que posteriormente son tomadas en cuenta por los administradores de mandos medios, quienes hacen la labor de integrarlas, frente a otras iniciativas, que posteriormente logren alcanzarlas y tener un nivel de aceptación por parte de los ejecutivos.
Por consiguiente, éstas deban promover la generación de iniciativas que posteriormente se plasmen en estrategias. Es conocedor que los ejecutivos disponen de decisiones con mayor rapidez que la segunda, en la que se requiere procesos más lentos de revitalización.
Finalmente, ambas se caracterizan por la capacidad de aprender, que es la esencia de las configuraciones empresariales e innovadoras.