Las mujeres que habitan este mundo son diversas, numerosas; infinidad de ellas pasaron y vendrán en el futuro para mostrar todo lo que pueden pensar y accionar en la historia. Aquí, se reflexionará acerca de tres malas mujeres de la Biblia,
que seguramente ningún varón quisiera tenerlas como esposa, compañera, amante ni amiga de la vida.
Primero, analicemos a la mujer creada para Adán, la Eva que engaña a su esposo y que desobedece el precepto de Dios.
Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella. (Génesis, 3: 6-7)
Más adelante, ella se justifica diciendo: “La serpiente me engañó, y comí” (Génesis, 3:14). Así, gracias a ella, se originó la negatividad en la historia porque “sin el Mal no existiría la historia humana” (Feinmann, 2002); luego, se acota que: “La serpiente, al tentar a Adán, le ofrece la posibilidad de la historia. No puede seguir vagando desnudo entre esas flores de la inocencia. Adán, al elegir la manzana, al elegir el pecado, se arroja a la temporalidad, que es lo propio de la historia. Lo eterno pertenece a lo divino”. El hombre salió de la inocencia.
Asimismo, Galeano manifiesta “Si Eva hubiera escrito el Génesis, ¿cómo sería la primera noche de amor del género humano? Eva hubiera empezado por aclarar que ella no nació de ninguna costilla, ni conoció a ninguna serpiente, ni ofreció manzanas a nadie, y que Dios nunca le dijo que parirás con dolor y tu marido te dominará. Que todas esas historias son puras mentiras que Adán contó a la prensa”. Por cierto, la mujer que traiciona, asusta; por ende, creo que ningún varón quisiera tenerla a su lado; ese es el terror que muestra la Biblia acerca de la primera mujer mítica.
La segunda mujer terrorífica es la mujer de Job, quien cuando, el pobre varón, está totalmente destrozado dice: “¿Aún retienes tu integridad? Maldice a Dios, y muérete” (Job, 2:9). Qué pavor habrá sentido Job, del amor de su vida, al escuchar esas palabras hirientes cuando más la necesitaba. En cualquier momento de nuestra existencia podemos caer postrados y apestar por el deterioro de la salud, así como Job; es en ese momento, cuando necesitamos el apoyo de la mujer que amamos.
Por último, Dalila, una beldad que a cualquier varón haría perder la razón. Sansón, el hombre de fuerza descomunal, cayó ante la delicia de la carne y fue sometido por la voz subliminal y suavidad de piel. Dalila lo seduce diciéndole: “¿Cómo dices: Yo te amo, cuando tu corazón no está conmigo? Ya me has engañado tres veces, y no me has descubierto aún en qué consiste tu gran fuerza” (Jueces, 16: 15).
Hasta que él confiesa ser nazareo de Dios, diciendo: “Si fuere rapado, mi fuerza se apartará de mí, y me debilitaré y seré como todos los hombres”. Es así cuando, Dalila, apasionadamente, lo hace dormir como un niño, empleando el poder tentador de su belleza, para luego cometer su atrocidad: “Y ella hizo que él se durmiese sobre sus rodillas, y llamó a un hombre, quien le rapó las siete guedejas de su cabeza; y ella comenzó a afligirlo, pues su fuerza se apartó de él” (Jueces, 16:19).
En fin, ningún varón desearía una mujer como las mencionadas. Zaratustra nos da su aforismo “Dos cosas quiere el varón auténtico: peligro y juego. Por ello quiere él a la mujer, que es el más peligroso de los juguetes” (Nietzsche, 2003, p. 110). Muchos hombres se han quemado y cayeron en lo peligroso de las mujeres.
Por otro lado, tal vez, a la mujer le falte entender la dignidad, como se manifiesta en la obra El coronel no tiene quien le escriba: