De pronto una inesperada enfermedad que, en periodos y situaciones normales, no hubiera pasado de una gripe fuerte; con los mismos impactos
que se tienen con una gripe común en los países que no son ecuatoriales; de pronto se convierte en una enfermedad asesina, que aterroriza a todo el mundo y provoca una crisis económica que, en los próximos meses y años, estará entre las mayores de la historia.
Esta pandemia, declarada así por la OMS, definió políticas mas o menos iguales para todos los países, por la misma razón, mas o menos equivocadas en todo el mundo. Por que cada País es diferente, por su clima, por el nivel cultural de su población, por la calidad de sus sistemas de salud pública y, sobre todo, por las condiciones sanitarias en que viven sus habitantes. Por lo tanto, sus políticas debieron ser diferenciadas.
Mas allá de los aspectos de salud pública, fuimos testigos de como cambiaba el mundo de una manera acelerada; de pronto apareció el Sr. Rothschild declarando que Trump era un enemigo, haciendo explícita la alianza de este grupo de personas, los verdaderos dueños del mundo, con el Partido Comunista Chino; luego Bill Gates, declara por televisión para todo el mundo que está en marcha el plan para implementar el programa ID 2020, en cristiano,
un plan para introducir en todos los habitantes del planeta un “chip”, por medio de la esperada vacuna contra el COVID 19; que a decir de algunos expertos es en realidad un “nanobot”; un robot microscópico que será capaz de controlar nuestras emociones y pensamientos, al mismo tiempo que informará a una central, nuestra ubicación y las actividades que realizamos. Nuevo orden mundial que le dicen.
Mientras tanto en el Perú, la epidemia: sus contagiados y sus muertos, se extiende en forma geométrica, a pesar o por las políticas del gobierno frente a ella. Fuimos de los primeros en América Latina en implementar una cuarentena radical, ahora ante la imposibilidad de mantenerla, el gobierno va “autorizando” el reinicio de actividades económicas, justo en el momento en que los impactos de la enfermedad alcanzan sus mayores niveles de difusión.
Recordemos, al principio fueron tres personas contagiadas que llegaban del extranjero. Si esas personas, en ese momento, junto a todas las que se relacionaron con ellas hubieran sido aisladas, a lo más unas doscientas, y se cerraban en ese momento las fronteras; no estaríamos lamentando los casi 250,000 contagiados que desarrollan la enfermedad, ni los 7,500 muertos que hoy lloramos.
Otra cosa es la destrucción de la economía nacional, por la larguísima paralización de actividades que según los entendidos, provocará mas muertes, entre niños y ancianos, que la propia enfermedad. La pregunta del momento ¿Es esta la forma como alineamos al país con el “nuevo orden internacional”? Debía morir tanta gente y destruir una boyante, aunque primaria. Economía Nacional, que casi no tenía deuda, 3% del P.B.I. Quizá el factor esencial sea endeudarnos drásticamente para poder ingresar a ese orden. Si así lo fuera, nuestros gobernantes lo hacen con entusiasmo.