El ser humano, racional y de gran inteligencia, en los últimos tiempos ha ido demostrando muchas formas de inconsciencia, ello se manifiesta en la actitud indiferente, egoísta, desobediente, irresponsable y desafiante con la que procede sin guardar respeto a los protocolos de seguridad vigentes, los cuales fueron establecidos frente al fenómeno pandémico que va ocasionando demasiada muerte y angustia a nivel mundial.
Todo indica que, en vez de luchar por sobrevivir, como lo haría Paulino, el personaje principal del cuento A la deriva, que Horacio Quiroga escribió en 1917, se observa a un hombre despreocupado y apático, en su mayoría, aun a sabiendas que está constantemente amenazado de muerte por un enemigo invisible que, tarde o temprano, buscará apoderarse de su ser o de su familia.
Por otro lado, la conciencia humana, concebida como el acto psíquico que mediatiza el conocimiento de sí mismo y de su entorno, se ha ido denigrando, a través de la pérdida de los valores éticos y morales del individuo. De modo que, se ha descuidado el comportamiento ético que fomenta el respeto por la dignidad, diversidad y derechos de los semejantes y, la conducta ética que orienta a realizar lo correcto.
Es así que, los hechos que han ido trascendiendo durante este periodo de aislamiento social, tales como los asaltos, asesinatos, violaciones, racismo, discriminación, prostitución, alcoholismo, reuniones sociales, fiestas COVID, actos de corrupción, entre otros, son indicadores de la deshumanización, baja autoestima y crisis en valores que se han convertido en el pan de cada día.
De manera que, todas estas conductas ligeras de transgresión a las medidas de prevención fijadas para evitar la diseminación del virus, van ocasionando el incremento de fallecimientos por semana, contagios excesivos, irremediables pérdidas, crisis social, desesperación, angustia, estrés y miedo en la población peruana, convirtiéndonos en uno de los países con altos índices de contagios a nivel de Latinoamérica.
Por tanto, en la actualidad, podemos afirmar que a la familia y las instituciones gubernamentales poco o nada les importa lo que va sucediendo. No hay control de los adolescentes por parte de los padres de familia o apoderados; hay indisciplina en el uso de mascarillas o protectores faciales, desobediencia en el cumplimiento de protocolos de seguridad y medidas sanitarias, indiferencia al periodo de cuarentena ampliado, irresponsabilidad de conductores y comerciantes, así como malas conductas de los pacientes infectados que van circulando por las calles como si nada pasara.
En conclusión, el desarrollo de la conciencia humana es un requisito indispensable para poder enfrentar de manera apropiada la situación real, donde es urgente interrumpir el incremento de casos de contagio, muerte, desesperación y angustia. Solo el hombre consciente y sensato, que valora su vida y la de su familia, logrará vencer los obstáculos y salir victorioso ante cualquier batalla.
No obstante, para que ello suceda es necesario erradicar la discriminación, racismo y otros males sociales que llevan a la deshumanización y reflexionar acerca del fomento de la práctica de valores. El mundo ha cambiado y, por tanto, nuestra actitud debe cambiar. Debemos formar ciudadanos buenos, honestos, responsables y solidarios.