La pandemia del COVID-19 ha hecho visible la conducta del ser humano frente a la naturaleza. La conducta no solo entendida como producto del aprendizaje en un contexto social, sino también como producto de interacciones bioquímicas, fisiológicas y genéticas desarrolladas en los últimos 6 millones de años.
Es decir, la conducta tanto innata como adquirida se sustenta en bases biológicas; que ante situaciones de riesgo activan mecanismos de alerta y sobrevivencia.
La etología y la psicología han documentado bien estos mecanismos, pero ¿Qué es el altruismo? ¿Qué es el egoísmo? Mientras que el altruismo es la conducta orientada a ayudar a otra persona indistintamente del beneficio o el riesgo que acarrea, el egoísmo es la conducta que se sustenta en la conveniencia y el propio interés.
Vamos a ponerlo en forma de preguntas, que ayuden a plantear la curiosidad científica sobre el tema abordado: Al ser un fenómeno de alcance global, ¿El COVID-19 condiciona conductas de protección de especie, o sucede todo lo contrario nos empuja al «sálvese quien pueda»? ¿Nos está llevando el COVID-19 a actitudes egoístas o altruistas, es decir a tomar acciones donde prima la protección individual o la del colectivo? Ahora, lo colectivo no significa lo mismo para todos. Para algunos puede ser la familia, para otros la provincia, para otros el país, entre otros.
El altruismo y el egoísmo humano se evidencia en los lemas que han quedado de esta pandemia: «yo me quedo en casa», «si no te abrazo es porque te quiero», «en contra del coronavirus”.
También se evidencia en las motivaciones con respecto al uso y disposición de las mascarillas: ¿Cuál es nuestra principal motivación al usar la mascarilla; que otros no nos contagien o evitar contagiar a los otros? ¿Cómo disponemos las mascarillas en desuso? Las tiramos simplemente, sin pensar en su destino ni a quien podría afectar o las disponemos responsablemente?
No menos importante, el altruismo y el egoísmo se evidencia en el enfoque cosmovisional de la relación sociedad-naturaleza: ¿Las actitudes frente al COVID-19 refuerzan el ecocentrismo o el antropocentrismo; es decir priorizar la sobrevivencia de los ecosistemas y la biodiversidad o priorizar la sobrevivencia del ser humano? Es más, ¿priorizar la sobrevivencia de la especie humana o de grupos particulares de individuos?
Para acercarnos a preguntas e hipótesis plausibles sobre las bases biológicas de la conducta humana, a fin de tener referencias que nos ayuden a entender el rol del COVID-19 en amplificar (o reprimir) el altruismo o egoísmo humano, es preciso hurgar en las ideas previas de las ciencias biológicas. Resulta imperativo re-leer los siguientes libros: “El Gen Egoista” (1985) de Richard Dawkins, “Naturalistas curiosos” (1995) de Nico Tinbergen y “Sobre la agresión, el pretendido mal” de Konrad Lorenz (1963).
El altruismo y el egoísmo son conductas que en algunos casos ha sido exacerbados y en otros han sido reprimidos por la pandemia del COVID-19; que se ha manifestado en la manera que las diversas culturas, sociedades y gobiernos han enfrentado la pandemia. Es este sentido, la pandemia es una magnífica oportunidad para generar conocimiento nuevo sobre la conducta humana innata y el perfil cultural de la sociedad moderna frente a situaciones de riesgo sanitario ambiental.