No hubo vaticinio que anticipara todo lo que vendría en el año 2020, para la gran mayoría cada nuevo año es motivo para reinventarse, proponerse retos, asumir errores, analizarse y emprender por senderos inéditos.
La aparición del COVID-19 en el país oriental, no prendió las alertas a tiempo porque se consideraba que, al existir millones de kilómetros de distancia y el estar al otro lado del mundo daba la presunción que jamás podría alcanzarnos para ocasionar grandes cambios en la vida, en la conducta, en el desarrollo de labores de cada persona y hasta la propia cultura. Hoy, la realidad es diferente a gran escala, antes era costumbre observar las calles llenas de un mar de gente, así como encontrarse con un amigo era motivo para sostener una plácida tertulia luego de un efusivo saludo.
Pues bien, desde el inicio de la cuarentena en nuestro país, era utópico pensar que solo duraría quince días ya que paulatinamente fue prolongándose, se tuvo que empezar un aislamiento social, un confinamiento que ordenó a las familias a quedarse en casa, evitando que los niños no vayan al colegio, a no ir al trabajo, a no asistir a reuniones sociales, no tener contacto con la familia que pensabas reencontrarte en los siguientes cumpleaños.
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El hombre, un ser sociable por naturaleza, condenado al menor contacto posible, a cubrirse con un tapabocas si desea ver la luz del sol, a realizar protocolos de limpieza muy exhaustivos para minimizar los riesgos de contagio; algunos países ya hacen referencia al síndrome de la cabaña, como una consecuencia de este contexto, Natalia Martín PhD en psiquiatría y neuropsicóloga lo relaciona con percibir el lugar donde estamos pasando la cuarentena como una cabaña, es decir, sentimos el espacio pequeño y agobiante pero seguro. Es que la mente empezó a asimilar y acostumbrarse a vivir en solitario, a comunicarse con su familia, a tener sensación de peligro con solo pisar la calle, las almas libres quedaron atrapados en sus jaulas, ha sido un duro golpe evitar las muestras de cariño y la calidez como ser humano.
¿Trastornos? Podría ser un resultado o parte de los rezagos que dejará la pandemia; por ello, es importante que la mente encuentre una salida, se oxigene de nuevos pensamientos y enfoques de superación, la mente es poderosa e influye en el ánimo, lo que trae a colación la siguiente frase «El buen humor es un tónico para la mente y el cuerpo. Es el mejor antídoto para la ansiedad y la depresión» de Grenville Kleiser.
Desde inicios de la pandemia, cada uno ha pasado por diferentes fases, siendo la palabra adaptación la que prevalece. Los casi tres meses de aislamiento social, pide reaccionar, adaptarse, vivir con cuidado es de forma permanente, la resiliencia es una oportunidad de cambio para afrontar los problemas, buscar recursos y superar la situación de la mejor manera. Es un trabajo personal, muy enriquecedor física y emocionalmente. ¡El Perú se va a curar! ¡Seguimos!